viernes, 16 de octubre de 2009

PAZ MENTAL

Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo (Efesios 4: 15).

Don Luis llegó al consultorio remitido por el cardiólogo, que estaba cansado de atenderlo, ya que no pasaba ni una hora sin que le llamara por teléfono. Era un hombre de 60 años muy demandante y lo peor del caso es que no estaba enfermo. Su esposa mostraba fastidio, pues tenía que bañarse a la misma hora que su esposo, ya que don Luis no quería estar solo ni un momento. Al comienzo de la consulta don Luis dijo: «Doctora, soy uno de los hombres más adinerados de esta ciudad, le voy a pagar lo que sea pero yo no puedo venir a su consultorio, usted tendrá que ir a mi casa y estar disponible para apoyarme a mí y a mi esposa las 24 horas al día». Por supuesto no accedí a sus exigencias y aceptó molesto las reglas. A los seis meses le di de alta. El dinero que tenía no lo hizo feliz. Lo único que ayudó a recuperarse fue cuando logramos que su esposa y sus hijos le proveyeran de cariño, al mismo tiempo que ellos aprendían a conocer a Jesús. Don Luis padecía una enfermedad denominada Síndrome de Mauchaser y se desarrolla en personas que en la infancia no recibieron expresiones de cariño, sino que vivieron una relación hostil, por lo que buscan llamar la atención por medio de enfermedades ficticias para hacerse sentir atendidos y amados por alguien. Como pacientes son demandantes. Esto Dios lo señaló hace tiempo a través de la Biblia y el espíritu de profecía: «La verdadera madre cristiana no ahuyentará a sus hijos de su presencia por su irritación y falta de amor y simpatía» (El hogar cristiano, p. 217); «Su sonrisa y estímulo pueden ser la fuerza que inspire. Puede comunicar alegría al corazón de su hijito mediante una palabra de amor o una sonrisa» (ibíd., p. 215). •

Patricia Quintos de Gómez
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

NO ES PRECISO OCULTARSE

Asi pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. Romanos 8: 1

El padre de Cheng Guan Lim, un maestro de Singapur, quería que su hijo recibiese la mejor educación posible. Por eso, el Sr. Lim envió a su hijo a la Universidad de Michigan. Pero, por una razón u otra, Cheng no iba bien en la universidad. Después de suspender las asignaturas y abandonar los estudios, Cheng no podía enfrentarse a su familia. Así que, simplemente, desapareció. Nadie sabía qué había sido de Cheng. Sus familiares no sabían si estaba vivo o muerto. Pero Cheng estaba vivo y bien vivo. Había encontrado un escondite fantástico en un ático deshabitado de la Primera Iglesia Metodista de Ann Arbor. Durante los cuatro años que siguieron, Cheng no salió nunca de la iglesia ni se comunicó con otro ser humano. Por la noche, después que el personal de la iglesia se había marchado, saltaba a la comba y hacía ejercicio para mantenerse en forma. Cuando tenía hambre se tomaba algunos de los alimentos almacenados en la despensa de la iglesia. Llegó a usar guantes para no dejar huellas dactilares. Cheng pudo haber pasado el resto de su vida escondido del mundo. Pero un día se descuidó e hizo un ruido que escucharon algunos de los empleados de la iglesia. Llenos de sospechas, llamaron a la policía quien, investigando, descubrió al fugitivo de la universidad y supo cómo había convertido la iglesia en su propia prisión. Cheng tuvo miedo de ir a su padre y admitir su fracaso. La vergüenza hizo que despilfarrara cuatro años de su vida. ¿Alguna vez te sentiste demasiado avergonzado para acudir a Dios? ¿Sentiste que no te perdonaría porque habías cometido demasiados pecados? Cuando hagas algo mal, acude inmediatamente a Dios. No tienes que esconderte de él. Él nunca te rechazará ni te condenará por lo que hayas hecho. Deja que él cargue con tu yugo y te dé un nuevo principio.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

LENGUAS SUELTAS PARA TESTIFICAR

Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Lucas 1: 64.

Zacarías, el padre de Juan el Bautista, quedó completamente asombrado, petrificado, cuando el ángel le comunicó la noticia de que su esposa Elisabet concebiría un hijo. No podía creerlo. Había suficientes razones para dudar: su mujer era estéril y ambos eran de edad avanzada. En tales circunstancias, desde el punto de vista humano, era imposible que ella concibiera y diera a luz un hijo.
La incredulidad de Zacarías fue reprendida por el mismo ángel que le dio la buena nueva. «Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar [...], por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lúe. 1: 20).
Sabemos que el Espíritu Santo reproduce a Cristo en nuestra vida, pero en el relato del nacimiento de Juan el Bautista hay otra función que el Espíritu Santo desempeña en la formación de la iglesia. Había una multitud orando fuera del santuario mientras tacarías ofrecía el incienso: «Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario» (Lúe. 1: 21). Esperaban escuchar la voz del sacerdote. Deseaban escuchar su bendición. Lamentablemente, Zacarías no tenía voz; estaba mudo, no podía hablar.
Una de las características de Lucas, tanto en su Evangelio como en el libro de Hechos, es que introduce los discursos que presenta con la expresión: «lleno del Espíritu Santo». Lucas dice que cuando Zacarías fue lleno del Espíritu «al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios» y «profetizó» (Lúe. 1: 64,67).
El Espíritu Santo le da voz a la iglesia. Cuando una persona es llena del Espíritu Santo, habla y testifica de Jesús. Hace a la iglesia testigo de Cristo. ¿Tienes tú voz para contar al mundo las maravillas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable? El Espíritu Santo está dispuesto a darnos esa voz que el mundo necesita escuchar. Las multitudes están afuera, esperando que tú les hables de salvación.
Cuando escuchamos hablar a niños pequeños no podemos diferenciar si el que habla es un niño o una niña; pero cuando alcanzan la adolescencia, algo pasa con la voz. Tiene más volumen; el sonido cambia. La iglesia lleva ya dos mil años de existencia. Nuestra voz debería ser más fuerte y con más volumen. Las personas deben reconocernos, deben saber quiénes son los adventistas, cuáles son nuestras creencias. No debe haber confusión cuando hablan de nosotros. ¿Tiene Dios una voz en tu hogar, en tu oficina, en tu universidad?. Dondequiera que te encuentres, ¿tiene Dios una voz en ti?

Tomado de la Matutina Siempre gozosos.