martes, 8 de mayo de 2012

SANGRE Y HUESOS


«Sus huesos, recios hasta la médula» (Job 21:24).

Párate un momentito. ¡Increíble! ¡Cómo has crecido! ¿Sabes qué es lo que permite que crezcas y te mantengas de pie? Son tus huesos. Sí, hay otras partes de tu cuerpo que te ayudan a mantenerte de pie, pero tus huesos son los que crecen, haciéndote ver más alto y ayudándote a caminar distancias más largas.
En el versículo de hoy Job dice que los huesos son recios «hasta la médula». ¿Pensabas que tus huesos eran solo hueso y nada más? Pues no. Tus huesos están rellenos de una sustancia que parece gelatina que se llama médula. La médula es muy importante para nuestro cuerpo. Todas las células de la sangre son fabricadas allí. Los diferentes tipos de células sanguíneas llevan oxígeno a tus músculos, dándote energía para correr y jugar; y protegiéndote de las enfermedades. Las células sanguíneas y la médula de tus huesos trabajan juntas y tienen funciones muy importantes.
¿No es maravilloso? Ahora ya sabes que Dios ha hecho que tu cuerpo y tu sangre trabajaran juntos. Él quiere que nosotros también trabajemos juntos. Él quiere que cooperemos de manera que los demás puedan ver lo que su amor puede lograr Al hacerlo, entenderás que el amor de Dios tiene poder para cambiar los corazones.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LAS LLAVES DEL CIELO


Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6).

Soy esposa de pastor y madre de dos hermosos hijos, para quienes la oración ha llegado a convertirse en un instrumento de fe.
Un verano, mi esposo se preparaba para dirigir un campamento de jóvenes, cuando se dio cuenta de que había extraviado las llaves mientras hacía las compras de última hora. Preocupado, me llamó para pedirme que los tres oráramos para que aparecieran las llaves.
Tras colgar el teléfono llamé a los niños y les dije lo que le pasaba a su padre, y nos arrodillamos a orar. Terminada la oración nos levantamos y al instante sonó el teléfono. Era mi esposo para informarnos de que las llaves habían aparecido en el mismo lugar donde las había buscado anteriormente sin ningún éxito. Nuestros niños le dijeron a su papá con alegría que ellos habían orado al Señor y que por eso las llaves habían aparecido tan rápido.
Otro día, mientras íbamos de camino a una actividad de la iglesia, nuestro automóvil comenzó a fallar. Tuvimos que detenernos varias veces para ver si dábamos con la causa del problema. De pronto el automóvil se detuvo y no volvió a prender más. Estábamos seguros de que no llegaríamos a tiempo para atender nuestros compromisos. De pronto, nuestro hijo dijo: «Vamos a orar para que Dios nos ayude». Estas palabras fueron como un balde de agua fría, y a la vez un bálsamo para nuestras almas. ¡Oír de los labios de un niño de seis años una sugerencia que deberíamos haber valorado desde el principio!
Nuestro hijo oró al Señor para que el auto arrancara y pudiéramos llegar a tiempo a nuestro destino. Tan pronto como terminamos de orar, alguien se acercó a ayudarnos. Esa persona nos llevó a un taller cercano donde nos arreglaron el carro sin cobrarnos nada.
Dios quería mostrarnos su poder para que aprendiéramos la importancia de la oración. Doy gloria a Dios porque gracias a aquellos sencillos incidentes nuestros hijos aprendieron a usar los recursos del cielo.
Señor, ayúdanos a instruir a nuestros hijos para que nunca se olviden de ti ni del poder de la oración.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Iris Pacheco de Maisonet

¿PLUMAS A CAMBIO DE GUSANOS?


Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; [...]. Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. Salmo 139:13,14.

En su libro Cadenas rotas, Doug Batchelor cuenta la historia de una alondra que descubrió una manera muy fácil de obtener su alimento diario: le daría a un zorro una de sus plumas a cambio de dos gusanos.
Con frecuencia, mientras volaba, su padre le recordaba lo importante que era valorar el poder de sus alas. Pero la pequeña alondra pensaba en otra cosa: lo fácil que era alimentarse sin mucho esfuerzo. A fin de cuentas, ¿qué efecto podría tener perder apenas una de sus plumas? Fue así como día tras día la alondra entregaba una de sus plumas a cambio de dos gusanos. Entonces llegó el momento de volar hacia el sur. Pero la alondra no pudo hacer el viaje. Y mientras su familia surcaba los aires, ella tuvo que conformarse con dar saltitos en la nieve para poder huir de los depredadores del bosque. Había sacrificado el poder de volar a cambio de un desayuno gratis.
Pero no hay desayuno gratis en este mundo. Al final alguien paga. Y en el caso de la alondra, el precio que pagó fue demasiado alto. Pongámoslo de esta manera: recibió un valioso capital (su capacidad de volar) y lo perdió porque no supo apreciarlo. Algo parecido fue lo que hizo Esaú al cambiar su primogenitura por un plato de lentejas.
Tú y yo también hemos recibido un capital muy valioso: nuestro cuerpo. Mira alrededor y responde: ¿Puede haber algo que supere a nuestro cuerpo en complejidad, perfección y belleza? Con sobrada razón, el Salmista exclamó: «Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; [...]. Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho» (Sal. 139: 13, 14).
Y ahora la pregunta obligada: ¿Estamos también nosotros cambiando «alas por gusanos»? ¿Qué trato le estamos dando a nuestro cuerpo, el templo del Espíritu Santo? ¿Qué clase de «alimento» está entrando a nuestra mente? Cualquiera que introduzca sustancias tóxicas en su cuerpo, «está cambiando alas por gusanos». Y lo mismo hace quien permite que a su mente lleguen imágenes moralmente cuestionables.
¿Plumas por gusanos? ¿Mi primogenitura por un plato de lentejas? ¡No señor! ¡Ese negocio no va conmigo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UN DÍA PARA LA MADRE


«Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén recibiréis consuelo» (Isaías 66:13).

El día de la madre ha sido reconocido de manera especial durante muchos años. ¡Más de cuarenta países de todo el mundo lo celebran!
El Día de la Madre en España: Se celebra el primer domingo de mayo. Al igual que en otros lugares, en ese día se homenajea a todas las madres del país. Por toda España las tiendas hacen su agosto vendiendo bombones, flores y tarjetas de felicitación. A los niños les encanta hacer manualidades para regalarlas a sus madres.
El Día de la Madre en México: Se celebra el 10 de mayo. Es una fiesta muy popular en todo el país, con acontecimientos especiales patrocinados por las escuelas, las iglesias, los municipios y otros grupos cívicos. La tradición familiar establece que los hijos vayan a casa de sus madres la víspera del Día de la Madre (9 de mayo).
El Día de la Madre en Jamaica: Se celebra el 9 de mayo. Es una ocasión en la que las madres reciben muestras de agradecimiento y amor en forma de tarjetas y flores, así como en ocasiones especiales ni las que se reúne toda la familia.
El Día de la Madre en los Estados Unidos: Se dice que la primera en sugerir el Día de la Madre fue Julia Ward en 1872. La fiesta ganó popularidad debido, principalmente, a los esfuerzos de Anna M. Jarvis, quien convenció a la iglesia de su madre, en Virginia Occidental, que celebrara el Día de la Madre en el segundo aniversario de la muerte de su madre, el segundo domingo de mayo. Hacia 1911, el Día de la Madre se celebraba en casi todos los estados y las flores no tardaron en convertirse en tradición casi obligada para expresar el amor hacia las madres.
Tal vez María, la madre de Jesús sea la madre más extraordinaria que jamás haya conocido el mundo. Aquel día en que estaba al pie de la cruz fue el más terrible. Su hijo Jesús agonizaba. Me emociona pensar que una de sus últimas preocupaciones fue pensar en su madre. «Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: "Mujer, he ahí tu hijo". Después dijo al discípulo: "He ahí tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa» (Juan 19:27).
Gracias, Jesús, por damos las madres. Basado en Juan 19:27

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill