miércoles, 19 de diciembre de 2012

ELEVÁNDONOS JUSTO A TIEMPO


«El firmamento desapareció como cuando se enrolla un pergamino, y todas las montañas y las islas fueron removidas de su lugar» (Apocalipsis 6:14. NVI).

Si estuvieras en una isla el día del que está hablando este versículo estarías en serios problemas. Imagínate caminando de lo más feliz y de repente la isla se hunde y desaparece en el océano. ¡A nadar se ha dicho! Pero hay islas que han aparecido y desaparecido en el océano. Son islas volcánicas. A veces los volcanes que están dentro del mar entran en erupción y se acumula lava hasta que se forma una isla. La isla de Hawai es la mayor acumulación de lava volcánica y cenizas del mundo. También ha habido momentos en que algunas pequeñas islas volcánicas se han hundido y desaparecido en el océano. ¡Me alegra no haber estado en ninguna de ellas cuando eso ocurrió!
El versículo de hoy habla del día en que Jesús venga por segunda vez a esta tierra. Montañas e islas completas se hundirán y desaparecerán. Pero nosotros, los que somos sus amigos, no tenemos de qué preocuparnos. De hecho, nosotros ni siquiera estaremos pisando tierra cuando esto ocurra. Estaremos volando sobre las islas que se hunden para encontrarnos con Jesús en el cielo. Nos habremos elevado justo a tiempo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS SIEMPRE ESTÁ AHÍ


No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. (Salmo  91:5-6).

Habíamos estado celebrando una semana de evangelismo en nuestra iglesia que había transcurrido sin que ningún incidente interrumpiera la armonía y la paz del lugar. El viernes, al final de aquella semana, para ser exactos la última noche de las conferencias, los hermanos que iban llegando se saludaban con el acostumbrado «feliz sábado». Era la última noche de las conferencias y las visitas habían comenzado a llegar; todo era alegría y entusiasmo.
De repente escuchamos unas detonaciones. Yo pensé que eran fuegos artificiales, ya que la Navidad estaba muy cerca. Pero mi esposo se nos acercó diciéndonos: «¡Tírense al suelo! ¡Están disparando!». Miré hacia la puerta y solo pude ver los destellos que provenían de una pistola que alguien sostenía. Nos lanzamos al piso y tratamos de protegernos de los disparos. En esos momentos algo golpeó el zapato de mi esposo. Luego él se dio cuenta de que una bala lo había impactado, aunque sin producirle daños graves.
El pánico y la confusión se adueñaron de la iglesia. Cuando todo pareció calmarse pudimos ver una escena terrible: en la puerta del templo yacía el cuerpo de un joven visitante que había estado asistiendo a las conferencias. Fue un momento desgarrador.
«El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación están por caer sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones referentes a algún formidable conflicto que debe estallar dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces atentados contra la propiedad. Las huelgas se han vuelto asunto común. Los robos y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de demonios quitan la vida a hombres, mujeres y niños» (El ministerio de la bondad, p. 139).
Aquella noche nos fue difícil conciliar el sueño. Por otro lado le daba gracias a Dios por permitir que aquella bala únicamente tropezara con el zapato de mi esposo.
Aprovechemos la oportunidad que tenemos de amar y de servir, mañana puede ser tarde, como lo fue para aquel joven.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Mary Sena de Salazar 

LISTOS PARA LA PRÓXIMA PELEA


¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Josué 1:9, NVI

«Puedes fracasar muchas veces —escribió alguien— pero eso no te convierte en un fracasado. El verdadero fracaso se produce cuando dejas de luchar». Esta verdad la ilustra Hyrum W. Smith al relatar la experiencia que vivió su hijo mayor mientras estaba en la escuela secundaria. Este joven había logrado, con mucho esfuerzo, ganarse un puesto en el equipo titular de basquetbol del colegio. Pero tenía un serio problema. Si no lograba encestar en el primer intento, entonces no intentaba más durante el resto del partido. Y cuando un jugador del equipo rival se acercaba, en lugar de marcarlo, se retiraba. Para colmo de males, esa actitud derrotista se había extendido hacia otras áreas de su vida, incluyendo sus estudios.
Preocupado por lo que consideraba una conducta extraña de su hijo, el padre decidió conversar con el joven.
—Creo que sé cuál es tu problema —le dijo el padre—. Le temes al fracaso y piensas que el fracaso siempre es malo.
—Papá —respondió el joven—, tú no sabes lo que es fracasar. 
—¿Qué quieres decir con eso de que no sé lo que es fracasar? 
—Bueno, me refiero a que has triunfado en la vida. Tienes una empresa grande, con muchos empleados que trabajan para ti.
En la conversación que siguió, el padre le contó al hijo muchos de los fracasos que había experimentado en la vida y, lo que es más importante, de qué manera esos fracasos lo habían ayudado a triunfar en su profesión. Eso fue todo lo que el joven necesitó. En los partidos de basquetbol que siguieron, el muchacho mostró un estilo agresivo de buscar el balón y de disparar al cesto sin temor, por más que hubiera fallado en el intento anterior. Mejor aún, también sus calificaciones escolares y hasta su sentido del humor mejoraron de manera notable.
Hyrum W. Smith, quien hoy es un respetado escritor y conferencista, concluye el relato con estas palabras: «El fracaso no es más que una lección que nos prepara para la próxima gran pelea» (What Matters Most. The Power of Living Your Valúes [Lo que más importa: El poder de vivir tus valores], pp. 151-153).
¿Te encuentras en el suelo como producto de algún fracaso sentimental, académico o de cualquier otro tipo? Pues, levántate. En la batalla de la vida, ahora estás mejor preparado para la próxima pelea.   Y recuerda que Dios siempre está de tu lado.

Ayúdame, Señor, a perseverar en el logro de mis metas, aunque a veces me equivoque al intentarlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

MENTALIDAD DE GLADIADOR


«Ahora, pues, dad gloria a Jehová, Dios de vuestros padres, haced su voluntad y apartaos de los pueblos de las tierras y de las mujeres extranjeras» (Esdras 10:11).

Los hijos de Dios tienen que tomarse en serio lo que las Escrituras dicen en 1 Timoteo 2:9,10: «En cuanto a las mujeres, quiero que ellas se vistan decorosamente, con modestia y recato, sin peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos. Que se adornen más bien con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan servir a Dios» (NVI).
Los apóstoles no reforzaban las normas culturales de su tiempo. De hecho, hacían justo lo contrario. Cuando Pablo escribió estas palabras, las mujeres romanas utilizaban, virtualmente, todos los tratamientos de belleza que usan las mujeres de hoy en día. Las mujeres romanas empezaban el día arreglándose el cabello y maquillándose. Se pintaban los labios, se ponían sombra de ojos y pestañas postizas, se cubrían el cutis con polvos blancos y en las mejillas se ponían colorete. Sus peinados eran elaborados y se componían de rizos, flequillos y trenzas; hasta tal punto que algunas llevaban peluca.
Las mujeres romanas adornaban el resto de su cuerpo tanto como sus rostros. Cuando salían, solían lucir joyas y, a menudo, llevaban uno o varios costosos anillos en todos los dedos de las manos. Además de ser extravagantes en el vestido, los romanos de clase alta disfrutaban de mucho tiempo libre. Llenaban las tardes y los días de fiesta con opíparos banquetes que podían durar hasta diez horas, funciones de teatro y acontecimientos deportivos.
El teatro romano seguía el modelo del griego. Las escenas preferidas del público se basaban en los crímenes, el adulterio y la inmoralidad. Lactancio, un cristiano del siglo III, escribió: «Efectivamente, las comedias hablan de estupros de doncellas o de amoríos de meretrices [...]. De igual forma, las tragedias meten por los ojos parricidios e incestos de reyes malvados» (Lucio Celio Firmiano Lactancio, Instituciones divinas VI, 20, 27-28; Trad. E. Sánchez Salor, Madrid: Credos, 1990).
Los juegos del circo y el anfiteatro estaban diseñados para saciar la eterna sed de violencia, brutalidad y sangre de los romanos. Las brutales carreras de cuadrigas eran su pasatiempo favorito. Durante las carreras era inevitable que los carros chocaran y que los aurigas fueran arrastrados hasta morir o atropellados por sus contrincantes.
En la actualidad, la televisión muestra juegos de computadora que simulan la violencia de los juegos de la Roma antigua.  La televisión que ve un cristiano medio es incompatible con una vida cristiana. Hágase el propósito de no ver nada en televisión que no honre y glorifique a Dios.  Basado en Juan 17:14,15.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill