viernes, 19 de febrero de 2010

SER COMO UN LÁPIZ

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas (Eclesiastés 9:10).

En 1943, cuando comencé a ir a la escuela, se utilizaban la pizarra y el pizarrín en Sudáfrica. Las pizarras eran rectangulares y tenían un marco de madera. Al año siguiente se utilizaban los lápices de mina de grafito.
Con el paso del tiempo, los alumnos se sentaban en bancos de madera, y en la parte de arriba de cada pupitre, del lado derecho, había un agujero circular para el tintero. Para escribir, utilizábamos una pluma anexada a un pedazo de madera circular, que sumergíamos en la tinta negra. Esto era siempre muy desastroso, continuamente necesitábamos papel secante para secar las manchas. Más adelante, se nos permitió usar plumas estilográficas con tinta azul. Esto era mucho mejor, y quedaba más prolijo. Luego apareció el invento de los bolígrafos, cuya tinta no se podía borrar.
Los tiempos han cambiado y la tecnología ha avanzado desde entonces. Cuando recuerdo aquellos años, me doy cuenta de que todavía me gusta usar lápiz y goma, porque cuando cometo un error tengo la posibilidad de borrarlo prolijamente.
Hay varias lecciones que podemos aprender de los lápices de grafito que se aplican a nuestra vida espiritual. Soy inútil, a no ser que Alguien me levante y me sostenga. El Maestro Artesano quiere que sea la mejor llevando el mensaje de amor y esperanza al mundo. Pero esto ocurre únicamente si me dejo sostener en sus manos. Cuando cometo errores, pueden ser borrados por Alguien que está muy cercano. Y no funciono eficientemente a menos que tenga el grafito del Espíritu Santo dentro de mi estructura. No importa el tamaño, la edad o el color exterior; lo más importante está en el interior.
El proceso de afilado es muy doloroso, pero debe realizarse con la fina-lidad de que pueda escribir un mensaje claro y efectivo. Todas enfrentamos desafíos en la vida, pero esas experiencias nos hacen personas más fuertes en Cristo Jesús. No importan las circunstancias, siempre debo dejar mi marca -una buena impresión- en los que me rodean; no importa cuan difícil sea la situación.
Todas somos como lápices, traídas a la existencia por el Creador para un propósito único y especial. Avancemos con un propósito significativo para hacer grandes cosas por Dios.
Priscilla Adonis
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

UNA RELACIÓN DETERMINANTE

Puedes irte tranquilo», le dijo Jonatán a David, «pues los dos hemos hecho un juramento eterno en nombre del Señor, pidiéndole que juzgue entre tú y yo, y entre tus descendientes y los míos». Así que David se fue, y Jonatán regresó a la ciudad, 1 Samuel 20:42.

En el cumplimiento con la misión que Dios te ha dado, te encuentras con personas sin las cuales hubieras podido realizar tu cometido. En la plataforma de los hombres ilustres de la Biblia, David ocupa un lugar prominente. Es sin duda uno de los preferidos. ¿Pero qué hubiera sido de David sin Jonatán? ¿Con qué palabras calificarlas esta relación? ¿Amistad? ¿Afecto? ¿Lealtad?
Imagínate que Jonatán hubiera sentido celos por David. Tenía muchas razones para sentirlos, incluso más que el propio Saúl, que ocupaba el trono y figuraría en la historia como el primer rey de Israel. Tuvo su oportunidad. Sus activos y sus pasivos como gobernante. Jonatán era el heredero al trono. Sin duda que la experiencia de su padre se constituía en una escuela para él. Cada día recibía lecciones de cómo gobernar y cómo no gobernar cuando se presentara la oportunidad.
Repentinamente aparece otro aspirante al trono. Así lo entendió Saúl y se lo advirtió a Jonatán. Le dijo: «Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros!» (vers. 31). El dilema en que vivió Jonatán en cuanto a sus lealtades quedó resuelto cuando aceptó la voluntad de Dios. Así es como se pueden resolver los dilemas.
Necesitas estar seguro de la voluntad de Dios en tu vida. Debes asegurarte de la misión que Dios te ha encomendado, para que cuando por tu lealtad entres en conflicto tomes la mejor decisión, la que honre a Dios. En el capítulo 20 del primer libro de Samuel hay algunos deseos que será bueno recordar: «¡Que el Señor sea siempre testigo del juramento que tú y yo nos hemos hecho!» (vers. 23). «Juzgue [Dios] entre tú y yo» (vers. 42). ¿No te parece que si tus relaciones amistosas las vincularas a tu relación con Dios te iría mejor en todos los sentidos?
«Es inevitable que los jóvenes tengan compañías, y necesariamente sentirán su influencia [...]. Los jóvenes pueden ayudarse y fortalecerse mutuamente, mejorando en conducta, disposición y conocimiento». MJ 409

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

JUSTIFICADOS POR SU SANGRE

Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo (Efesios 2: 13).

Tener fe en Cristo es tener fe en su sangre, es decir, tener fe en que :entregó su vida, que murió como sacrificio por el pecado. Para el apóstol Pablo era muy importante este concepto de tener fe en la sangre de Cristo. Veamos este pasaje: «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!» (Rom. 5: 8, 9). Notemos: Cristo murió por nosotros, hemos sido justificados por su sangre. Esta justificación nos salva del castigo de Dios, porque Cristo murió en nuestro lugar. La fe que salva es la fe que se enfoca en la persona de Cristo, particularmente, en su muerte, porque su muerte fue una muerte expiatoria, no una muerte cualquiera.
Esta es la razón por la que la sangre de Cristo se conecta con la redención: «En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia» (Efe. l:7). Esta redención no es otra cosa que la redención del pecado, que solo es posible mediante el perdón de Dios. Al justificarnos, Dios nos perdona, y al perdonarnos, nos redime. Así que la justificación es, en esencia, la redención del ser humano.
Otra idea importante que se vincula con la sangre de Cristo es la reconciliación: «Y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz» (Col. 1: 20). La muerte de Cristo logró hacer la reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Por su muerte Dios está en paz con nosotros, porque nos ha justificado: «Ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Rom. 5: 1). La reconciliación es un corolario de la justificación que recibimos por la fe en su sangre.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C