martes, 6 de marzo de 2012

CHAMPÚ DE MIEL

«Cumplan ustedes todos los mandamientos que hoy les he dado [...] para que vivan muchos años en esta tierra que el Señor prometió dar a los antepasados de ustedes y a sus descendientes; tierra donde la leche y la miel corren como el agua» (Deuteronomio 11:8,9).

Imagina que te lanzas a un río que está lleno de miel en vez de agua. ¡Qué pegajoso desastre! ¿Cuánto tardaría tu mamá en lavar tu traje de baño? ¡Pobrecita!
Dios le prometió a su pueblo una tierra especial en la que podrían vivir y les dijo que en esa tierra fluían leche y miel. ¿Crees que esto quiere decir que había miel en los ríos y leche en los lagos? No, claro que no. La leche y la miel eran dos de los alimentos favoritos en los tiempos bíblicos. Lo que Dios quiso decir era que la tierra que les daría tenía lo mejor de todo.
¿Sabías que Dios también quiere darte lo mejor de todo? ¡Y de hecho, lo hace! Pero eso no significa que él te va a dar todo lo que quieras. Lo que significa es que Dios te dará paz y te hará feliz porque él vivirá en ti. Él te dará una vida de la que fluyan leche y miel. ¡Y tu cabello no estará pegajoso! ¿Le entregarás hoy tu vida a él?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NO TEMAS

Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuando será el tiempo (Marcos 13:33).

Algunos creyeron que no llegaríamos a ver un nuevo siglo. Afirmaban que el mundo llegaría a su fin al concluir el año 1999 y que al iniciar el año 2000 se acabaría el mundo.
En muchos países se especulaba que habría una gran escasez de alimentos y de agua. Algunos construyeron alacenas más grandes con el fin de almacenar víveres. En los supermercados el agua embotellada comenzó a escasear, al igual que la comida enlatada y otros productos de primera necesidad. Por todas partes se escuchaban comentarios respecto a los acontecimientos que sobrevendrían.
En algunos países desarrollados se percibía una gran tensión y se vivían horas de ansiedad esperando la llegada del nuevo siglo. No tan solo los no cristianos se preocupaban, sino que también muchos creyentes se preguntaban: ¿Será verdad que estamos frente a una gran crisis y a una escasez de todo? ¿Qué será de mí y de mi familia? ¿Será verdad que Cristo ya viene? Pero el año 2000 llegó, y conforme pasaron los días todos se fueron dando cuenta de que la alarma sencillamente era infundada. Nada sucedió.
Elena G. de White afirma que es una presunción ocuparse de suposiciones y teorías acerca de temas que Dios no nos ha revelado en su Palabra y que no necesitamos entrar en especulaciones acerca de nuestro futuro.
«Los que trabajan para Dios no deben perder tiempo especulando acerca de qué condiciones imperarán en la nueva tierra. Es una presunción entregarnos a suposiciones y teorías referentes a asuntos que el Señor no reveló. Él hizo toda provisión para nuestra felicidad en la vida futura, y no hemos de especular acerca de sus planes para nosotros. Ni tampoco hemos de medir las condiciones de la vida futura por las condiciones de esta vida» (Obreros evangélicos, p. 329).
Si nuestra fe está cimentada en Cristo Jesús no tenemos nada que temer, ya que él cuida de nosotras y proveerá para todas nuestras necesidades. Con gozo hemos de esperar su venida en las nubes, junto con sus ángeles. «Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con potestad y majestad y gran gloria» (Luc. 21:27).

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Felix Denneny

¡DECISIONES!

Entonces Lot escogió todo el valle del Jordán, y se fue al oriente del lugar donde estaban. De esta manera, Abram y Lot se separaron. Génesis 13:11.

Las decisiones son los ladrillos con los que construimos el edificio de la vida. Desde el momento en que abrimos los ojos a la luz de un nuevo día hasta el momento de cerrarlos para el descanso nocturno, estamos tomando decisiones: ¿Me levantaré de la cama o seguiré acostado? ¿Qué ropa me pondré? ¿Estudiaré ahora para el examen?
Hay, sin embargo, un aspecto del tema que no puede pasar desapercibido: aunque podemos equivocarnos en algunas decisiones, sin que nada importante ocurra como consecuencia, en algunas situaciones está «prohibido» equivocarse. Me refiero a las decisiones que pueden afectarnos por el resto de nuestras vidas. El ejemplo de Lot nos ayudará a entender este punto.
Lot era un joven adulto cuando su tío Abram (al que Dios más tarde llamaría «Abraham») lo llevó consigo al salir de Ur de los caldeos (ver Gen.12). Por estar asociado a Abraham, a quien Dios bendijo material y espiritualmente, Lot muy pronto prosperó. Su riqueza en ganado aumentó tanto que la tierra donde él y su tío habitaban resultó pequeña para ambos. Con el fin de evitar las peleas entre ellos, acordaron separarse. Cada uno debía escoger la porción de tierra donde viviría.
¿A quién le correspondía escoger primero? ¿Y a quién le correspondía la mejor parte de la tierra? Por supuesto, a Abraham. Fue a Abraham y a su descendencia a quienes Dios prometió su bendición. Pero, ¿quién escogió primero? Lot. ¿Y quién se quedó con la mejor parte? Lot (ver Gen. 13:10,11).
¡Qué mal actuó Lot! ¡Y qué preciosa oportunidad perdió! Era el momento para agradecer a Abraham por haberlo sacado de la ciudad pagana donde se crió; y para agradecerle por la riqueza que ahora poseía. Pero nada de eso ocurrió. La belleza del paisaje y la posibilidad de mayores riquezas lo encandilaron.
Lot se salió con la suya, por el momento. Lo que no imaginó fue que había tomado la peor decisión de su vida. El «paquete» que había escogido incluía, no solo las riquezas del valle, sino también la perversión de Sodoma. El desastre estaba tocando a las puertas y Lot no lo sabía.
Santo Espíritu por favor ilumina mi mente al tomar las grandes decisiones de mi vida, a partir de hoy mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

HÁGASE TU VOLUNTAD

«He deseado tu salvación, Jehová, Salmo 119:174.

Un predicador amigo mío me dijo que a veces pregunta a sus oyentes: «¿Cuántos de ustedes están cansados de que alguien les diga qué tienen que hacer?». La mayoría levanta la mano. Entonces, esbozando una sonrisa, les dice: «Ya veo, me parece que voy a perder el tiempo habiéndoles del evangelio».
Ya se sabe, quien tenga dificultades para relacionarse con las autoridades también tendrá dificultades para relacionarse con Dios. Él es más que nuestro Padre, es nuestro Rey y Creador. Al decir: «Hágase tu voluntad», afirmamos que haremos las cosas a su manera. El objetivo del plan de salvación es conseguir que estemos alegres y satisfechos de decir: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón» (Sal. 40:8).
Darnos cuenta de que el propósito de la oración no es persuadir a Dios para que haga lo que queremos, sino descubrir lo que él quiere que hagamos nosotros, puede ser decepcionante. Demasiado a menudo nos acercamos a Dios con planes preconcebidos. Además de decirle qué anda mal le decimos qué tiene que hacer al respecto y cuando tiene que hacerlo. La Biblia declara que no sabemos orar como es debido (Rom. 8:26). No es de extrañar que los discípulos le pidieran a Jesús que les enseñara a orar.
Algunos piensan que decir: «Hágase tu voluntad», es señal de resignación, de abandono. Otros piensan que, si tenemos suficiente fe, Dios se verá obligado a hacer lo que queremos. Y aún otros sugieren que busquemos en la Biblia la promesa de Dios que mejor se acomoda a nuestras necesidades en un momento específico y luego la reclamemos con insistencia. ¡Cuidado con este método! No estoy seguro de que cada cosa específica que Dios hizo por alguien en algún momento sea necesariamente su voluntad para mí en este preciso instante.
¿Qué dijo Jesús sobre la voluntad del Padre? «Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna» (Juan 6:40).
Sea esta nuestra oración para hoy. (Basado en Mateo 6: 5-13)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill