martes, 23 de junio de 2009

SÍ SE PUEDE

¡Ánimo! ¡Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! Y que el Señor haga lo que bien le parezca (2 Samuel 10: 12).

Miles te han de decir que "no se puede", y miles te hablarán de tu fracaso, y no habrá de faltar quién te enumere los peligros que asechan a tu paso. Encara siempre lo que te intimide. Si estás lista, ¿quién te impide salir adelante con un "sí puedo"?» Cuando era estudiante en la Universidad Adventista de las Antillas un día escribí este pensamiento en un libro. Pasaron muchos años y no lo había vuelto a encontrar hasta hace unos meses, cuando visité a mi hermana, ella me mostró el libro. Aunque no lo había vuelto a leer, admito que en los días de mi juventud el contenido del pensamiento fue y es una motivación para mi vida. Con frecuencia encontramos en el camino de la vida muchas dificultades para poder alcanzar nuestros objetivos y para ver realizados nuestros planes. Algunas veces, encontramos personas que dan mensajes de derrota y de fracaso. No siempre quienes traen esos mensajes tienen mala voluntad hacia nosotros, sino que en ocasiones son personas que no han podido superar las dificultades y nos quieren advertir lo que probablemente nos espera en el camino. Algunos de esos mensajeros son tan fatalistas que se parecen a los amigos que visitaron a Job cuando estaba pasando por la terrible prueba que conocemos. No importa cuan difícil parezca el camino por el que planificamos transitar, debemos seguir adelante sin intimidación y con ánimo resuelto. Las dificultades y los inconvenientes siempre estarán en el camino, pero si nos tomamos de la mano de Dios nada será imposible, porque él es el Dios de las oportunidades. Con razón el apóstol Pablo dijo: «Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Rom. 8: 32). Miremos las oportunidades y las posibles dificultades de este día para crecer espiritual e intelectualmente. Cobremos ánimo y determinación para seguir en la lucha, porque vamos con Dios, y con él «sí podemos». «Fija tus ojos en Cristo».


Evelyn Omaña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

EL GRAN ZAMORA

Tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída. Proverbios 16:18

A principio de los años veinte del siglo pasado, Ricardo Zamora, español, era considerado el mejor portero de fútbol del mundo. Cuando su equipo fue a los Juegos Olímpicos de París de 1924, seguro de sí mismo, se cuenta que prometió que ningún equipo le metería un gol. Durante el primer partido de la competición, el equipo de Zamora jugaba contra los italianos. Ambos equipos estaban muy igualados. Fiel a la palabra dada, Zamora paraba todos los balones que le lanzaban los italianos. Pero los italianos también bloqueaban los intentos del equipo de Zamora. Como el marcador estaba cero a cero, parecía que el partido tendría que ir a la prorroga. Pero sucedió algo impensable. El capitán del propio equipo de Zamora, Pedro Vallana, accidentalmente, pateó el balón en dirección al famoso guardameta. Los desconcertados aficionados vieron desde la grada cómo el balón sobrepasaba a Zamora y besaba la red. El portero estaba tan furioso que cayó al suelo y empezó a llorar de rabia e impotencia, por el que luego sería el famoso «antigol de Vallana». El partido fue para los italianos y el equipo de Zamora quedó eliminado de la competición. Para el célebre guardameta debió ser muy humillante ver que, a fin de cuentas, no era tan grande. Aquella fue la primera de las derrotas que Italia iba a infligir a España durante 84 años... hasta la Eurocopa de 2008, en la que los españoles derrotaron a los italianos en los penaltis, y luego acabaron siendo campeones. Se dice, con razón, que el orgullo es el pecado más mortal. El orgullo estuvo en el origen del pecado. Lucifer empezó a enorgullecerse y muy pronto se convenció de que, si pudiera gobernar el universo, lo haría mejor que Dios. Desde entonces, las fuerzas del bien y del mal están en guerra. El orgullo no trae más que problemas. En su lugar practica la humildad. Agradece los dones y las habilidades que has recibido. Pero úsalos para honra y gloria de Dios, no la tuya propia.

Tomado de la Matutina El viaje Increible

COMO SU TUVIÉRAMOS LOS GENES DE JESÚS

Respondiendo el ángel, le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» Lucas 1:35.

El Espíritu Santo ejerce diferentes funciones como representante de Cristo en esta tierra. Juan, en su Evangelio, presenta algunas de esas funciones de la tercera persona de la divinidad en su obra a favor de los creyentes. Actúa como maestro. Hace saber al cristiano las cosas que han de venir. Es un guía que conduce al creyente a toda verdad. También obra como conciencia, convenciéndonos de pecado. Lucas presenta otras funciones del Espíritu Santo. Esas funciones están relacionadas con la historia del nacimiento de Jesús. «Y ahora concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo» (Lúe. 11:31). Es como si Lucas dijera que el Espíritu Santo tiene una función reproductora en la iglesia. Este concepto lo expresa Lucas también en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí el Espíritu Santo obra la "reproducción" de dos maneras: En primer lugar, es el encargado de la reproducción numérica de la iglesia. Tan pronto descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles el día de Pentecostés, se añadieron como tres mil personas a la naciente iglesia cristiana. En segundo lugar, el Espiritu Santo tiene la función de reproducir el carácter de Jesús en nuestras vidas. «Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús» (Hech. 4: 13), El papel número uno del Espíritu Santo es reproducir el carácter de Cristo en la iglesia. Como si hubiera proporcionado a cada creyente un código genético para ser semejante a Jesús. ¿Has oído hablar alguna vez acerca del examen de paternidad? Se aplica cuando se quiere saber si el hombre es el padre de una criatura. Se toman muestras de sangre del padre y del niño. Si el ADN concuerda, es su hijo. En caso contrario, independientemente de lo mucho que se parezcan en el cabello o en los ojos, no es su hijo. Podemos venir a la iglesia, pero si el Espíritu Santo no ha descendido sobre nosotros y no nos ha dotado de ese "código genético", que nos hace pensar, actuar, caminar y hablar como Jesús, no somos sus hijos. Medita en este pensamiento de Elena G de White: «En humildad ellos se sometieron al Espíritu Santo; ellos fueron transformados a la plenitud de lo divino». Recuerda hoy el gran deseo divino: «Hijitos míos [...], que Cristo sea formado vosotros» (Gal. 4:19).

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.