sábado, 3 de octubre de 2009

TOQUE DE VIDA

No, alguien me ha tocado —replicó Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder (S. Lucas 8:46).

Casi no podía resistir por más tiempo, la enfermedad la había llevado ya al borde del abismo. Literalmente ella estaba muriendo en vida. Ese día el médico le había dado con la puerta en la nariz por no poder pagar la consulta. Ya había perdido todo lo que tenía, hasta las fuerzas para vivir. Con gran tristeza regresó a casa, ansiaba que la muerte llegara y aliviara ya los doce años de sufrimientos. Y fue entonces cuando escuchó hablar de Jesús de Nazaret, quien trataba con ternura aun a los que vivían sin esperanza. La gente decía que era espe­cialista en «imposibles» y ella era una paciente en estas condiciones. Así que reuniendo las últimas fuerzas que tenía se aventuró a buscarle, Emprendió la mejor búsqueda que puede hacer un ser humano, la búsqueda de salva­ción. ¿Será que solo las situaciones desesperadas nos hacen buscarle? Las cosas no resultaron tan fáciles como pensaba, por más que buscaba un encuentro no podía lograrlo; los obstáculos que encontraba en su caminar parecían desanimarla. Y fue entonces cuando decidió en su corazón que úni­camente lo tocaría. Un toque de fe sería su única oportunidad. Y por fin llegó el momento oportuno, estaba ante su presencia y con la fe que mueve la mano de Dios alcanzó a tocar el borde del manto e inmediatamente recibió la sanidad esperada por tantos años. Es triste saber que cuando Jesús preguntó quién lo había tocado, la pregunta les pareció extraña a sus discípulos. «Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen», le respondieron. Quizá muchas de nosotras nos acercamos a Jesús como aquella multitud, caminamos a su lado, lo tocarnos con descuido y tal vez vivimos una religión de tradiciones y costumbres vacías. Cercanos y a la vez lejanos. Aquella mujer enferma nos mostró lo que es acercarse al Salvador con ansia de liberación. ¿Te has sentido como aquella mujer? ¿Vives con las lágrimas al borde de tus ojos? ¿Te crees sin esperanza? Entonces necesitas emprender la mejor búsqueda de tu vida, necesitas un encuentro de salvación. Pero al hacerlo, resuelve en tu corazón hacerlo con la fe que sorprenda y haga que Dios mismo detenga el paso y te extienda su gracia salvadora, entonces vivirás el milagro de un toque de vida.

Adriana Castillo
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

TODO TIENE QUE VER CONMIGO

Adora al Señor tu Dios, y sírvele solo a él. Mateo 4: 10

En sábado, mientras tocaba al órgano la introducción del himno de apertura, me distraje. Sin pensarlo, canté el primer verso, «Jesús, me amo.,, ¡Glups! Aunque no quería cantar esas palabras, admito que eran ciertas Me amo. Pienso que todos nos amamos a nosotros mismos. La semana pasada, en clase de Biblia, leímos en Éxodo cuando Dios dio los Diez Mandamientos a Moisés. Antes de que Moisés pudiera bajar de la montaña con ellos, el pueblo de Dios ya estaba bailando alrededor de un becerro de metal que habían hecho sus orfebres. Pensaron que Moisés nunca volvería. Así que tomaron el asunto en sus manos y se hicieron el ídolo. Dije a los alumnos que nosotros somos demasiado sofisticados para inclinarnos delante de un ídolo, pero cada uno tiene su propio ídolo. Mi ídolo se parece a mí. Y este segura de que el tuyo se parece a ti. No adoramos a los automóviles, ni al dinero, ni los vestidos caros. Nos adoramos nosotros mismos. Cada vez que decidimos hacer las cosas a nuestra manera en el lugar de Dios, lo destronamos del corazón y nos ponemos en su lugar. Si eso no es adorar un ídolo, ¿qué es? Dios dice: «Confíame el diez por ciento de tu dinero». Nosotros decimos: «No puedo». Idolatría. Dios dice: «Pasa un tiempo conmigo antes de ir a la escuela». Nosotros decimos; «Señor, no tengo tiempo. Tengo que estudiar para un examen». Idolatría. Dios dice: «¿Por qué no almuerzas con ese alumno que no tiene amigos?» Nosotros decimos: «¿Y arruinar mi reputación?» Idolatría. La verdadera felicidad solo se encontrará cuando Dios ocupe el primer lugar en vida. Confía en él porque sabe qué es lo mejor para ti. Invítale cada día a ocupar el trono de tu corazón.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

TODOS PODEMOS TENER ÉXITO

Cada vez que los príncipes de los filisteos salían en batalla, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo que su nombre llegó a ser muy estimado. 1 Samuel 18: 30

David tuvo más éxito que todos sus hermanos. Daniel tuvo más éxito que todos sus compañeros. Pablo tuvo más éxito que todos los demás apóstoles. ¿Por' qué? ¿Qué tipo de éxito? Por otra parte, Haydn murió enfermo en Viniena cuando los franceses tomaron la ciudad; Beethoven murió en tristes condiciones; Morzart bajó al sepulcro acompañado únicamente por el empresario de pompas fúnebres; Schubert, desilusionado, murió a los 31 años de edad. Pero todos tuvieron éxito. Hay un tipo de éxito que es espiritualmente malsano. Es el que se alcanza pisoteaando a otros para sobresalir; el que sacrifica la salud física y mental y a los seres queridos; el que cede a la avaricia, la envidia y la soberbia; el que convierte al hombre en admirador de sí mismo y buscador del aplauso de los demás. Un padre dio una vez el siguiente sabio consejo a su hijo: «Estoy muy interesado en la profesión que vas a elegir. No me gusta influir sobre ti demasiado. Solo asegúrate de lo siguiente: que cualquiera sea tu decisión, poco importa, si solo sigues nuestra gran vocación común, el servicio de Cristo». ¡Qué diferencia con las palabras de Adolf Hitler en su libro Mein Kampt (Mi lucha): «El éxito es el único juez terrenal entre el bien y el mal»! «Dios no ve a las personas de éxito como nosotros las vemos. Nosotros vemos el éxito en forma exterior. Dios ve el éxito en forma interior. El verdadero éxito brota de ciertas cualidades de carácter: la sencillez, la cortesía, la obediencia, la devoción a una causa digna. Puede ser acompañado por la prosperidad material o no; puede conducir a dignificar una posición o no; puede llevar hasta la fama entre los hombres o no; pero será éxito a la vista de Dios» (Gerald L. Minchin, Los pórtales de reino, p. 116). El éxito de David era éxito a la vista de Dios. Durante muchos años vivió como ungido de Dios para ocupar el trono de Israel, pero no lo dijo a nadie. Nunca se jactó. Nunca alardeó. Resistió la tentación de hacer valer sus derechos al trono durante siete años mientras Saúl lo perseguía. Solo accedió al trono cuando Dios se lo señaló. Cuando las circunstancias aconsejaron el importante paso, no hizo nada hasta consultar con Dios: «¿Subiré a algunas de las ciudades de Judá?» Y Dios le dio indicaciones. Sé humilde, sincero, dedicado, fiel, esforzado y prudente, y tendrás éxito según Dios.

Tomado de la Matutina Siempre Gozoso.