jueves, 30 de mayo de 2013

CONTACTO RADIAL - TERCERA PARTE

Lugar: Sudeste asiático
Palabra de Dios: Salmo 72:18

Quang había estado buscando al grupo de creyentes durante un par de días, tratando de no despertar sospechas. Si lo atrapaban, estarían en problemas. Mientras recorría otra curva del camino, su ciclomotor comenzó a fallar y luego se apagó completamente. Notando que se había detenido delante de una casa, estacionó su ciclomotor y caminó hasta la puerta principal. "Les voy a pedir ayuda", pensó Quang. "Por lo menos, me voy a guarecer de la lluvia".
Los demás apenas podían oír la voz de Thanh* por encima del sonido de la lluvia que caía sobre el techo. "Señor, creemos en ti. Queremos saber más acerca de ti. Por favor, envía a alguien que nos ayude".
De pronto alguien golpeó la puerta. Los creyentes rápidamente se levantaron de sus rodillas, mirándose unos a otros con preocupación en el rostro. Seguramente no era la policía. Mientras Thanh se dirigía hacia la puerta, todos se prepararon para lo peor.
Afuera había un extraño, completamente mojado.
-Hola, mi nombre es Quang -dijo el cristiano-. Mi ciclomotor se rompió delante de su casa. ¿Podría ayudarme?
El hombre explicó que era representante de un programa radial y que estaba tratando de localizar a unos amigos.
Cuando dijo eso, todos en la habitación se pusieron en alerta. Sus ojos brillaban. Pronto, todos estaban hablando al mismo tiempo. Solamente les llevó unos minutos contarle a Quang la historia completa. Thanh y los demás creyentes habían estado ayunando y orando durante tres días, para que alguien del programa de radio los contactara. Ellos habían sido quienes enviaron la carta.
Y ahora, gracias a un ciclomotor roto, Quang encontró a quienes había estado buscando. "Bendito sea Dios el Señor, el Dios de Israel, el único que hace obras portentosas".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿QUÉ HACES CON TUS DEFICIENCIAS?

¡Sé fuerte y valiente, y pon manos a la obra! No tengas miedo ni te desanimes, porque Dios el Señor, mi Dios, estará contigo. No te dejará ni te abandonará. 1 Crónicas 28:20.

Cuando Dios nos creó no había ningún defecto en nosotras. Nuestras facultades físicas, tanto como las mentales, eran perfectas. El deterioro de nuestra naturaleza se ha ido produciendo con el paso del tiempo, como resultado directo del pecado arrastrado a lo largo de la historia. Por consiguiente, todos los seres humanos, sin excepción, tenemos que aprender a vivir con debilidades y deficiencias. Esto no significa que debamos resignarnos y desarrollar una actitud pasiva. «Aprender a vivir» quiere decir que aceptemos el hecho de que no somos perfectos y tomemos decisiones y acciones concretas para cambiar lo que puede ser modificado.
Los expertos en alguna rama del saber llegan a serlo por dos razones. La primera tiene que ver con sus habilidades y capacidades heredadas, las cuales les facilitan hacer ciertas cosas casi de manera natural. La segunda razón por la cual algunos llegan a ser especialistas en algo tiene que ver con su firme determinación de superar las deficiencias. Si a esto se añaden el trabajo incesante, el esfuerzo y la tenacidad, se puede llegar a la cumbre del éxito en la especialidad que uno haya elegido.
Hoy es un buen día para que te analices a ti misma y tomes acciones concretas para mejorar lo que pueda ser mejorado en tu vida o en tu personalidad. Si lo haces, aumentará tu autoestima y descubrirás que, con la ayuda de Dios, todas las cosas son posibles. Solamente «¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas» Josué 1: 9.
Los límites de tu vida los pones tú, y al hacerlo también pones límite a lo que Dios puede hacer por ti y en ti. Ábrete a nuevas cosas, mira más allá de tu horizonte. No pienses que ya no tienes tiempo, o no tienes edad para enfrentar nuevos desafíos, y mucho menos te demerites a ti misma dudando de tu capacidad intelectual.
Eleva en este mismo instante tus pensamientos al cielo y di con el salmista: «El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!» (Sal. 138: 8).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

UNA EXPERIENCIA NECESARIA




Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra! (Salmo 46:10).

Este consejo de Dios es necesario para hacer frente a todas las crisis de la vida. El pánico es peligroso y mortal. La calma y el equilibrio son indispensables en momentos de crisis y dificultades. Por ejemplo, el 3 de febrero de 1943 un torpedo atacó al SS Dorchester en el Atlántico norte. El buque de transporte se inundó rápidamente y comenzó a escorar a estribor. El caos se apoderó de la tripulación. Se dañó el aparato de radiotelegrafía y los hombres corrieron, desesperados, de un lado a otro del barco. Muchos huyeron sin chalecos salvavidas. Los botes salvavidas, atestados, zozobraron, y las balsas, a la deriva, se alejaron antes de que alguien pudiera alcanzarlas. Según algunos sobrevivientes, entre toda aquella confusión sobresalía solo un pequeño espacio de orden: el sitio donde cuatro capellanes permanecían de pie, sobre la borda inclinada.
George Lansin Fox, pastor de Chicago; Alexander David Goode, rabino de la ciudad de Nueva York; Clark Poling, ministro de Schenectady, Nueva York; y John Washington, sacerdote de Nueva Jersey, guiaron con calma a los demás hacia las posiciones donde estaban los botes salvavidas. Distribuyeron entre las gentes los chalecos salvavidas que estaban en el pañol y ayudaron a los hombres que, helados de temor, se acurrucaban a un lado de la nave. Los supervivientes recuerdan todavía el sonido del llanto, de las súplicas, de las oraciones y aun de las maldiciones proferidas por algunos hombres, pero sobre todo, recuerdan el sonido de las palabras de ánimo y confianza que los capellanes pronunciaban.
Cuando ya no hubo más chalecos, los cuatro capellanes entregaron los suyos. Uno de los últimos hombres que abandonó la cubierta inundada del barco, se dio vuelta y vio a los capellanes todavía firmes, de pie, tomándose de los brazos para mantener el equilibrio. A través de las olas sus voces aún se oían orando en latín, en hebreo y en inglés. Uno de los marinos dijo: «Fue lo más bello que jamás haya visto, o esperé ver, de este lado del cielo».
¿De dónde sacaron aquellos hombres el valor que demostraron? De la misma fuente de donde podemos obtenerlo nosotros: de Dios, de su Palabra, de la oración, de la comunión constante. Cuando nuestra mente está en paz, estamos enteros, completos, como Jesús cuando dormía tranquilamente en medio de la tempestad. Sigamos el consejo de Dios: «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios». Él nunca te defraudará.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA SANGRE EN EL DINTEL

Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre. Éxodo 12:22.

Las instrucciones que Moisés dio acerca de la Pascua rebosan de significado, y se aplican a los padres y a los hijos en esta época del mundo... El padre debe dedicar cada miembro de la familia a Dios y hacer una obra representada por la cena pascual. Es peligroso dejar este solemne deber en manos ajenas. Este peligro es ilustrado bien por un incidente concerniente a una familia hebrea en la noche de la Pascua.
Dice la leyenda que la hija mayor estaba enferma, pero sabía que se habría de escoger un cordero para cada familia, y que su sangre debía rociarse sobre el dintel y los postes laterales de la puerta para que el Señor viera la marca de sangre y no permitiera que el destructor entrara para herir al primogénito. Con ansiedad vio la llegada de la noche cuando el ángel destructor había de pasar. Se puso muy inquieta. Llamó a su padre y le preguntó: "¿Marcaste el dintel con sangre?" Él le respondió: "Sí. Ya le pedí a alguien que se encargara del asunto. No te preocupes, porque el ángel destructor no entrará aquí".
Llegó la noche y vez tras vez la niña llamó a su padre para volverle a preguntar: "¿Estás seguro de que los postes están marcados con sangre?" Vez tras vez el padre le aseguró que no tenía nada que temer, que sus fieles siervos no descuidarían una orden que conllevara tales consecuencias. Al acercarse la medianoche, su voz de ruego se escuchó: "Padre, no estoy segura. Llévame en tus brazos y déjame ver la marca por mí misma, para estar tranquila".
El padre accedió a los deseos de su hija; la tomó en sus brazos y la cargó hasta la puerta; pero no había marcas de sangre sobre el dintel ni los postes. Tembló horrorizado al advertir que su casa podía convertirse en una casa de luto. Con sus propias manos tomó el hisopo y roció el dintel con sangre. Entonces le mostró a la niña enferma que la puerta había sido marcada.— Review and Herald, 21 de mayo de 1895; parcialmente en El hogar cristiano, p. 293.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White