martes, 20 de octubre de 2009

¿FORMA O CONTENIDO?

Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios (1 S. Pedro 3: 3, 4).

Recuerdo las palabras de mi padre, como si fuera hoy, después de haberme observado por varios minutos hacerme uno y otro peinado frente al espejo, y al notar la habilidad que había desarrollado para mover secador y pinzas rizadoras: «No te preocupes tanto por el cascarón, lo que importa es lo que hay adentro». ¿Cómo? ¡Tengo quince años! ¡Por supuesto que el cascarón importa! En aquel entonces no lo entendía. Me costaba mucho trabajo comprender las palabras de mi padre. Vivimos en una época donde se rinde culto a la belleza física y donde contar con un lindo cuerpo y una buena apariencia es la clave para que supuestamente tengamos éxito. Pero al detenernos y analizar el versículo de hoy encontramos que para Dios esto no es lo más importante. ¿Qué quiere decir entonces el versículo? ¿Acaso no debiéramos peinarnos ni vestirnos bien? ¿Promueve la Biblia el descuido en el arreglo personal? ¡Por supuesto que no! Lo que la Biblia dice es que este tipo de belleza externa se desvanece. No se puede depender de ella para obtener la verdadera felicidad. ¿Cuál es entonces la belleza verdadera y la que permanece? El versículo también tiene la respuesta: «La que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible». Tal vez conozcas a alguien con una belleza física excepcional, pero que tiene una actitud egoísta y pesimista que desvirtúa sus mejores atractivos y los opaca de una manera apabullante. ¿Y qué decir de nosotras mismas? ¿Nos conocen por nuestra actitud egocéntrica y obsesiva por la apariencia o por nuestro ferviente anhelo de amar y servir a otros? Amiga, recuerda que la verdadera belleza no proviene de un maquillaje fresco ni del peinado de la última moda, más bien, nace y resplandece de un corazón que se deleita en el Señor y en el servicio al prójimo.

Elsy Suhey Antonio Ordoñez
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

AL FIN LIBRE

Cuando ustedes todavía eran esclavos del pecado, no estaban al servicio de la justicia. Pero ahora, libres de la esclavitud del pecado, han entrado al servicio de Dios. Esto si les es provechoso, pues el resultado es la vida santa y, finalmente, la vida eterna. Romanos 6: 20, 22.

Desde la antigüedad, los prisioneros solían ser enviados a galeras, a remar en grandes barcos de remos. Encadenados a bancos de madera, eran obligados a remar, aun con mar muy turbulenta o vientos huracanados. En 1668, Luis XIV, rey de Francia, decretó que los barcos de su armada ya no serían movidos por galeotes. Por eso, los convictos fueron llevados de vuelta de los barcos a las prisiones. Cuando se revisaron los expedientes de todos los convictos, se descubrió que uno de los galeotes, un hombre llamado Rene Desprez, había sido enviado a galeras cuando solo era un jovencito. Ahora, ya viejo, había sobrevivido 75 años en galeras. El expediente de Desprez puso de manifiesto algo aún más sorprendente: No había pruebas de que hubiese cometido algún delito. Todos esos años que había vivido como un galeote, en realidad, era un hombre libre. Cuando Jesús vino a la tierra y murió para quitar nuestros pecados, fuimos liberados del control de Satanás y del poder del pecado. Ya no tenemos que obedecer nuestros deseos malvados. Pero, como Rene Desprez, algunos cristianos nunca intentan liberarse. Piensan que todavía están encadenados a sus antiguos pecados y hábitos. No se dan cuenta que por medio de Jesús pueden vencer todos los defectos de carácter. Si le has entregado la vida a Jesús, no tienes que seguir siendo un galeote. Puedes salir de la esclavitud del pecado y vivir una vida libre y victoriosa.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letra y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Hechos 4: 13.

Regresaba a mi país después de terminar mis estudios en el seminario teológico. En el mismo autobús, y sentado en el asiento de al lado, venía un compañero de estudios. El tiempo no alcanzaba para conversar de todo lo que la explosión de la vida estudiantil que acabábamos de terminar nos sugería. Me contó una anécdota que acababa de experimentar en el restaurante donde el autobús se había detenido para que los pasajeros almorzáramos.
Cuando se dispuso a pagar, la señorita que atendía la caja le dijo:
—Joven, usted va a pasar en el autobús por Nicaragua, ¿verdad?
—Sí —replicó mi compañero.
Entonces ella le pidió encarecidamente que le entregara a su mamá una cartita que contenía dinero, cuando pasara por ese país. Mi compañero aceptó, pero pronto comentó a temer que pudiera haber algo ilegal dentro de aquel sobre y que tuviera problemas en la frontera. Así es que se dispuso a abrir el sobre con el dinero que la joven le había entregado. Pero además sacó la carta para comprobar que era cierto que la joven mandaba aquel dinero para su madre. Sus ojos se detuvieron en las primeras líneas de la carta, que decían: «Querida mamá, espero que te encuentres bien. Decidí mandarte esta cartita y el dinero con este joven porque observé su comportamiento en el restaurante. Fue muy paciente cuando la gente se le colaba. Siempre se mostraba muy sonriente con las personas que le servían, y dejó su mesa completamente limpia cuando se levantó. De inmediato supuse que era cristiano y que este sobre no podía estar en mejores manos».
Mi compañero había sido analizado y evaluado sin que lo supiera. La joven cajera pensó que solo un cristiano podía comportarse así. Debemos saber que siempre hay alguien que observa nuestro comportamiento. ¿Qué han visto quienes te han observado? ¿Han llegado a la conclusión de que has estado con Jesús? Cuando los dirigentes religiosos observaron a Pedro y a Juan, llegaron a la conclusión inevitable: «Estos han estado con Jesús». ¿Han llegado otros a la misma conclusión después de observar tu conducta? ¿Cómo nos ven los demás?
Dar un poco más de lo que tu horario exige, llegar un poco antes e irte un poco más tarde de tu trabajo, son, en realidad, pequeños milagros que haces a diario, y que tienen una sola explicación: ¡Has estado con Jesús!

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.