martes, 2 de abril de 2013

BUDA DE ORO


Lugar: Tailandia
Palabra de Dios: Salmo 115:3-7

En el año 1955, un grupo de hombres estaba trasladando una gran estatua de Buda de un lugar a otro. La estatua pesaba más de cinco toneladas, así que tuvieron que usar una grúa para levantarla. Durante el traslado, algo sucedió, y la estatua de Buda se cayó al suelo.
Se rompieron algunos pedazos de yeso, dejando la estatua parcialmente dañada. Pero, cuando se cayó el yeso, los trabajadores vieron más abajo algo de color dorado brillante. Así fue como descubrieron que era un Buda dorado, ¡hecho de oro puro! Alguien lo había recubierto con una capa de yeso, probablemente para protegerlo de soldados enemigos.
Actualmente, los visitantes pueden admirar la estatua en Wat Traimit, el templo del Buda de oro. La estatua tiene más de 700 años de antigüedad y es la imagen de oro de Buda más grande del mundo. Tiene más de 4,5 metros de altura y más de 3,5 metros de diámetro.
Cinco toneladas de oro. ¡Eso es bastante impresionante! Pero, sin importar cuan espléndida sea la estatua, eso es todo lo que es: una estatua. No puede hacer nada fuera de estar sentada allí. Porque "nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca. Pero sus ídolos son de oro y plata, producto de manos humanas. Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden oler; tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido emite su garganta!."
No pongas tu confianza en objetos hechos por los hombres; no los adores. Como dice el texto bíblico, no pueden hablar, ver, oír, sentir, caminar o hablar. Solamente nuestro Dios en el cielo es todopoderoso y omnisapiente. Él es el único que merece alabanza y adoración. ¡Alaba al Señor; él es Dios!

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿GANARSE NUESTRO AMOR?


Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5: 7-8.


Me agrada muchísimo pensar en el amor que Dios siente por mí, pues no tiene barrerás ni límites. Lo recibo solamente por causa de su infinita gracia, sin dar nada a cambio, gratuitamente, sin esfuerzos ni méritos. Su amor es tan superior al tipo de amor que manifestamos los seres humanos, que está por encima de mis errores; es tan profundo que me alcanza en la oscuridad de mis complejos; y tan ancho que me abarca aún en mi gran soberbia.

El amor de Dios no es algo que podamos obtener por medio de nuestras obras de bien, ni tampoco se nos otorga por nuestras características físicas o intelectuales; es simplemente un principio que emana del corazón de quien nos ha creado. Dios te ama simple y sencillamente porque eres su hija... ¡eso es todo!
Sin embargo, el amor que nosotras brindamos a veces a nuestros hijos está condicionado por un «pero». Con cuánta facilidad muchas madres en ocasiones retiramos las muestras de amor a nuestros vástagos sencillamente porque no han estado a la altura de nuestras expectativas o no han obedecido nuestros caprichos. No tomamos en cuenta que son seres que necesitan de nuestro amor, apoyo, ternura y comprensión, como una semilla necesita de la lluvia y del sol para germinar y llegar a ser una planta perfecta. Por lo demás, son personas libres, independientes, que rinden cuentas a Dios por sus propias decisiones.
En muchas ocasiones nuestro desamor se fundamenta en cuestiones no resueltas en nuestra mente: Conocí a una madre que discriminaba a una de sus hijas por el simple hecho de que tenía un enorme parecido físico con su suegra, con la que ella no simpatizaba. Hermana, así como tú nada tienes que hacer para ganarte el amor de tu Padre celestial, tampoco tus hijos deberían tener que hacer nada para ganarse el tuyo. Debes amarlos simplemente porque son tuyos, porque son tu hechura, fruto de tu decisión de engendrarlos y tenerlos, el resultado de tu amor.
Si descubres hoy que tienes dificultades para amar incondicionalmente a alguno de tus hijos, recuerda que Dios, por el gran amor que siente por ti, estuvo dispuesto a ir a la cruz, aunque no lo merecías.


Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer

Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

SI NO QUIERES QUE SE SEPA NO LO HAGAS


Así que no les tengan miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse (Mateo 10:26).

Seguramente conoces la historia de la tragedia del Titanic. La historia está salpicada de leyendas y anécdotas, algunas increíbles. Una de ellas dice que el novelista norteamericano Morgan Robertson publicó en el año 1898 su novela Futility [Futilidad]. En ella habla de un barco llamado Titán, que en su viaje inaugural choca con un témpano de hielo en el Atlántico Norte y se hunde. El barco carece de suficientes botes salvavidas y todos sus pasajeros mueren. Los hechos ocurren durante el mes de abril.
Catorce años después la realidad se encontró con la ficción. El Titanic cumplió las «profecías» de la novela. La historia dice que el Titanic se hundió en su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York, la noche del 14 al 15 de abril de 1912, porque iba demasiado rápido y la tripulación vio el témpano de hielo cuando era demasiado tarde. Pero ahora se sabe que la tragedia se debió a un error del piloto, mantenido en secreto por el segundo oficial de a bordo, Charles Lightoller.
Ahora se sabe que la tripulación vio a tiempo el témpano de hielo, y el primer oficial, William Murdoch, dio la orden: «Fuerte a estribor». El problema fue que Murdoch había sido oficial en buques de vela, y estaba acostumbrado a dar órdenes según el viejo sistema. Así, «Fuerte a estribor» significaba a toda marcha a la derecha. Lo que debiera haber dicho era «Fuerte a babor», para que el barco virara a toda máquina a la izquierda.
El oficial se dio cuenta inmediatamente de su error y dio la contraorden, pero ya era demasiado tarde. El error costó la vida a 1,517 personas. La nieta del segundo oficial Charles Lightoller, la escritora Louise Patten, de 56 años, revela lo ocurrido en su nueva novela Good as Gold [Tan bueno como el oro]. Dice que su abuelo mantuvo el secreto para evitar la deshonra de su superior.
Nuestro Señor dijo que no hay nada encubierto que no haya de saberse, ni oculto que no haya de revelarse. El juicio de Dios sacará a la luz muchos terribles secretos. Procuremos no tener secretos para Dios.
No podemos evitar todos los errores. El mejor de los jóvenes cristianos puede equivocarse, pero conviene confesar nuestros pecados a Dios inmediatamente, porque al final todo saldrá a la luz. Deja que la luz de la verdad de Dios ilumine tu vida para que no haya nada oculto que, seguro, se revelará en el día final.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

DOS HIJOS


Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Mateo 21:28-31.

En la parábola, el hijo que se negó a ir representaba el mundo gentil, y el grupo que decía "sí, señor, voy" representaba a los fariseos. Cristo acababa de limpiar el templo de los que lo contaminaban con un tráfico prohibido. La divinidad había fulgurado a través de la humanidad, y el pueblo había visto la gloria y el poder de Dios manifestado ante ellos... Al viajar hacia Jerusalén, la multitud que había extendido sus mantos en el camino y lo había adornado con ramas de palmera, también lo alabó al cantar: "Hosanna al Hijo de David". Aunque los que lo alababan no se habían atrevido a llevar sus aclamaciones hasta las puertas mismas del templo, por temor a los sacerdotes y gobernantes, los niños habían seguido el canto y alababan a Dios en el templo clamando "Hosanna al Hijo de David".
El mundo gentil aceptaría la verdad, pero quienes habían tenido una luz tan grande y tales privilegios maravillosos, a quienes se les había concedido bendiciones tanto temporales como espirituales, rechazaron el mensaje de salvación. Habían profesado ser el pueblo de Dios. Habían dicho, "vamos, señor", pero no habían hecho la voluntad de su Padre...
¿Cuándo la invitación del cielo ha llegado a sus oídos, dice usted "Sí, Señor, creo la verdad", aunque las acciones en su vida muestran que en realidad no creyó? ¿La ha traído usted a su corazón? ¿Se ha apoderado de su alma su poder transformador? ¿Ha sido integrada en su carácter su gracia santificadora? ¿Qué sucede con usted?...
Es el privilegio de cada uno decir: "Cumpliré las órdenes de mi Capitán al pie de la letra, ya sea que sienta [el deseo] o no... Diré: '¿Cuáles son mis órdenes? ¿Cuál es mi deber? ¿Qué me dice el Maestro?... ¿Cuál es mi posición ante Dios?'" Tan pronto lleguemos a una relación correcta con Dios, entenderemos nuestro deber y lo haremos, y no pensaremos que las cosas buenas que hacemos nos ganan la salvación...
La pregunta no es cómo permanecerá cuando lo asalten las pruebas en el futuro, sino: ¿Cómo está ahora su relación con Dios? ¿Desea hoy empeñarse en su obra?— Review and Herald, 9 de abril de 1889; parcialmente en Recibiréis Poder, p. 131.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White