viernes, 1 de marzo de 2013

¡QUE LÍO!


Lugar: Michigan, EE.UU.
Palabra de Dios: 1 Juan 2:6

“El que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió”.
Joaquín y Jonatán caminaban por la calle, deteniéndose en una casa para entregar unos volantes invitando a la gente a asistir a un evento organizado por la iglesia. Los dos chicos estaban felices de poder ayudar, pero no siempre era fácil. Algunas personas los trata­ban mal; a veces, hasta les cerraban la puerta en la cara.
Mira eso -dijo Jonatán, señalando calle abajo.
Papel higiénico cubría una de las casas. Los árboles, el jardín delantero y los arbustos, todo era una gran maraña de papel higiénico. Había papel por todas partes.
-¡Qué groseros! No entiendo por qué algunos piensan que es divertido hacerles eso a otros.
Joaquín asintió.
Al acercarse a esa casa, vieron a una mujer tratando de limpiar el lugar.
¿Paramos? -preguntó Jonatán-. No creo que esté de buen humor. Después de discutirlo, decidieron hablar con la señora. Sintiéndo­se un poco nerviosos, se acercaron a la mujer.
Disculpe. Somos estudiantes, y estamos entregando estas invita­ciones para unas reuniones. Nos gustaría invitarla a asistir.
-No, gracias -respondió ella, con seriedad.
Los dos amigos se dieron vuelta y siguieron su camino. Pero, algo los detuvo.
Les dije que no estoy interesada -les dijo la señora cuando vio que los chicos se le acercaban nuevamente.
Lamento molestarla -dijo Jonatán-, pero me preguntaba si podríamos ayudarla a limpiar.
La mujer pareció sorprenderse, pero aceptó de buena gana su ayu­da. Los chicos se subieron a los árboles y quitaron el papel higiénico. Y, mientras lo hacían, no pudieron evitar ver la sonrisa en el rostro de la mujer

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

EL PLACER DE DIOS


A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. Isaías 64:8

No hay nada más emocionante y significativo para una madre que oír por primera vez de nuestro pequeño o de nuestra pequeña la palabra «mamá». Esto produce en el alma una sensación de grandeza indescriptible. Cuando nuestro hijo nos llama «mamá», aun en su modo imperfecto de hablar, experimentamos uno de los mayores placeres que confiere la maternidad.
Tal vez tú, si eres mamá, al leer esta reflexión recuerdas la alegría infinita que sentiste el día que por primera vez te llamaron y te reconocieron como «mamá»; y el gozo continuo que todavía experimentas cada vez que tu hijo te identifica como tal, independientemente de la edad que tenga. Este es el mismo placer que siente Dios cuando tú lo llamas «Padre» y te reconoces como su hija. No hay mayor alegría para él que el hecho de que te aceptes como hechura de sus manos y lo declares tu Dueño, Sustentador, Redentor y Padre. Y el placer de Dios aumenta cuando estás dispuesta a buscar y hacer su voluntad.
En realidad, cuando lo llamamos Padre y Señor, somos bienaventuradas, pues nos hacemos poseedoras de sus mejores dones. Para él somos motivo de su más tierno cuidado y ternura; gozamos de su protección y somos sustentadas en todas nuestras necesidades. La Biblia dice: «Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama se le abre» (Luc. 11:9).
El placer que sientes al conceder a tu hijo lo que te pide es semejante al que siente Dios cuando lo llamamos «papá» y confiadamente nos recostamos en su regazo para sentir seguridad y protección. Elena G. de White escribió en El camino a Cristo: «Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, mejor vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos las innumerables pruebas de un amor infinito y de una tierna piedad que sobrepasa la profunda compasión que siente una madre hacia su hijo» (cap. 1, p. 23).
No permitas que las experiencias negativas del pasado, o las circunstancias que vives hoy, te despojen del título de «hija de Dios», y tampoco renuncies al derecho que se te ha conferido en la cruz del calvario de llamarlo con toda propiedad «Padre».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LA BARRERA DE LOS CUATRO MINUTOS


Los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán (Isaías 40: 31).

Roger Bannister fue el primer hombre que corrió la milla (1,609 metros) en menos de cuatro minutos. Durante nueve años, grandes corredores habían intentado esa hazaña, pero nadie había podido vencer la barrera de los cuatro minutos.
Al fin llegó el 6 de enero de 1954, el día en que Roger debía competir. Se había preparado mental, física y espiritualmente para el gran compromiso desde hacía muchos años. Pero la mañana del día anterior a la carrera había resbalado en un piso recién encerado y se le había visto cojeando. No obstante, Roger compitió y logró correr la milla en 3 minutos y 59.4 segundos. Bannister dijo que estaba tan cansado como «una linterna de baterías que hubiera estallado, sin ninguna voluntad para vivir».
Bannister se retiró del atletismo tres meses después de romper el récord y escribió un libro titulado The Four Minute Mué [La milla de los cuatro minutos] en el cual dice que «el ideal griego era que el deporte debería ser una preparación para la vida en general» y que la profesionalización y la corrupción, junto con un énfasis desmedido en la victoria individual, llevaron a deformar los juegos olímpicos de la antigüedad. Bannister fue el primero en recibir el famoso reconocimiento de «Deportista del año» que otorga la conocida revista Sports Illustrated. Más tarde llegó a ser un brillante neurólogo y director del Colegio Pembroke de la Universidad de Oxford. Si deseas saber más sobre Bannister, consulta «Sir Roger's Run», de David Epstein, en el sitio de Internet de la revista Sports Illustrated.
La vida cristiana es una carrera que se corre en el estadio del universo ante un público muy numeroso, en el que Dios es el principal espectador. La carrera puede ser agotadora, pero la promesa divina es que quienes confían en Dios no se cansarán ni se fatigarán, no importa lo larga y agotadora que sea la carrera. Pablo nos dice que debemos correr «con perseverancia la carrera que tenemos por delante» (Heb. 12:1). Esta carrera demanda nuestra mejor condición espiritual y física, un estado que se deriva, entre otras cosas, del ejercicio físico. Nuestra salud es importante en la carrera cristiana.
Dios nos ha dado principios de vida saludable que nos capacitan para tener una buena salud física, mental y espiritual. Analiza tus hábitos, no sea que hagas algo que cause que te canses en la carrera de la vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL SACRIFICIO POR LA CAUSA DE DIOS


Sí quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Mateo 19:21.

Jesús le dijo al joven rico: "Dalo a los pobres"... En esta referencia directa, le señaló su ídolo. Su amor por las riquezas era supremo, por lo tanto le era imposible amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente. Y este amor supremo por sus riquezas cerró sus ojos a las necesidades de sus congéneres. No amaba a su prójimo como a sí mismo, por lo tanto no guardaba los últimos seis mandamientos...
Vi que si los hombres y mujeres aman a sus riquezas más que a sus congéneres, más que a Dios o la verdad de su Palabra, y su corazón se encuentra absorbido por las riquezas, no pueden tener vida eterna. Preferirían ceder la verdad a vender y dar a los pobres. Aquí son probados para ver cuánto aman a Dios, cuánto aman la verdad, y como el joven rico en la Biblia, muchos se alejan tristes, porque no pueden tener sus riquezas y a la vez tener un tesoro en el cielo... El amor a Jesús y las riquezas no pueden morar en un mismo corazón... Vi que Dios podría enviar medios desde el cielo para llevar a cabo su obra; pero esto no está en su mandato. El ha ordenado que los hombres y mujeres deben ser sus instrumentos, que por haberse hecho un gran sacrificio para redimirlos, ellos deben jugar un papel en esta obra de salvación sacrificándose unos por otros, y al hacerlo demostrar cuánto valoran el sacrificio hecho por ellos... He visto que algunos dan de su abundancia, pero aún no sienten carencia. No se niegan particularmente cosa alguna por la causa de Cristo. Todavía tienen todo lo que su corazón ansia. Dan liberalmente y de corazón. Dios lo toma en cuenta, y se conocen la acción y el motivo, y él lo registra estrictamente. No perderán su recompensa. Usted que no puede dar tan liberalmente, no debiera excusarse porque no puede hacer tanto como otros. Haga lo que pueda. Niéguese algún artículo del cual puede prescindir, y sacrifíquese por la causa de Dios. Como la viuda, eche sus dos blancas. En realidad dará más que todos los que han dado de su abundancia. Y sabrá cuan dulce resulta dar a los necesitados, negarse a uno mismo, sacrificarse por la verdad y hacerse tesoro en el cielo.— Review and Herald, 26 de noviembre de 1857.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White