domingo, 9 de septiembre de 2012

EL NÚMERO UNO


«Exterminaré de este lugar [...] a los que en las azoteas se postran en adoración ante las estrellas del cielo, a los que, postrados en adoración, juran lealtad al Señor, y al mismo tiempo a Moloc» (Sofonías 1:4,5, NVI).

Hoy (o mejor dicho, esta noche) estamos en una misión nocturna. Nos encontramos en la cima de una montaña, lejos de las luces de la ciudad, para poder contemplar otras luces. De hecho, miles de millones de ellas. Estamos viendo la Vía Láctea.
La Vía Láctea es la galaxia donde vivimos y podemos verla como una banda de estrellas que se extiende de un lado al otro en el cielo nocturno. Además de nuestro Sol, en la Vía Láctea hay miles de millones de soles. Esto es simplemente asombroso. Pero lo más asombroso de todo es que hay millones de galaxias además de la nuestra. ¡Qué creador tan maravilloso es nuestro Dios!
El versículo de hoy nos cuenta una triste historia sobre unas personas que estaban tan fascinadas con la Vía Láctea y las demás estrellas que comenzaron a adorarlas en vez de adorar al Dios que las creó. Qué triste se debe de haber sentido Dios. Él creó todas esas estrellas para nosotros y resulta que algunos terminan adorando a la creación en vez de al Creador Nunca permitas que nada tome el lugar de Dios en tu vida. ¡Él quiere ser el número uno siempre!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS ME ESCUCHÓ


Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos los caminos. (Salmo 91:11-12)

Al despuntar el día  mi hijo Eduardo  amaneció conectado a un respirador artificial, ya que tenía un pulmón colapsado. El neurocirujano nos dijo que no le habían detectado daños en ningún órgano vital y que la electricidad había buscado salida por los dedos y por el muslo. El tiempo diría si había sufrido algún daño cerebral.
Eduardo estaba en cuidados intensivos, por lo que nos daban informes tres veces al día. Al mediodía la doctora nos dijo que le habían retirado el respirador. Luego una enfermera se nos acercó:
— Disculpen, pero debo recordarles que únicamente los padres pueden entrar a recibir el informe médico — mi esposo y yo nos miramos.
— ¿Acaso ha venido alguien más?
— Sí — respondió la enfermera — , los dos señores con que ustedes acaban de cruzarse al entrar.
— ¿Dos señores dice usted? ¿Cómo eran?
— Eran altos, delgados, blancos, de barba. Uno más alto que otro y vestían de traje. ¿De verdad que no los vieron? ¡Si se toparon con ellos al entrar!
— Bueno, y ¿qué querían?
— Cuando les dije que no podían estar aquí, me contestaron que venían a darle algo a Eduardo. Se pararon al pie de la cama y el niño comenzó a respirar por sí mismo.
Después de eso ya no los hemos vuelto a ver. 
Mi esposo y yo nos acercamos a la cama en silencio. En ese momento escuché una voz débil que me decía: «Mamá» . ¡Nunca esa palabra había sonado tan dulce en mis oídos! ¡La electricidad no había afectado al habla! Según los médicos, la energía eléctrica había contraído el cuerpo del niño llevándolo a un estado de rigidez y eso le había salvado la vida. Para nosotros, que creemos en la protección de Dios,

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Eguía de Chacón

EN EL CIELO SE MENCIONA TU NOMBRE


"Te conozco pon tu nombre. Éxodo 33:17 RV2000

Cuando era adolescente, me tocó estudiar mis primeros dos años de secundaria en un colegio público. Allí las cosas no marcharon bien para mí.
No recuerdo que los profesores me hayan llamado por mi primer nombre una sola vez. Tampoco que hayan dedicado un solo minuto fuera del tiempo de clases para brindarme algún tipo de ayuda. Nunca me sentí parte del colegio y, al recordar esos días, no me sorprende que mis calificaciones hayan sido tan pobres.
Entonces ocurrió un hecho que marcó mi vida para siempre. Mis padres me inscribieron en una institución donde las cosas eran muy diferentes. Todavía recuerdo el impacto que sentí cuando, prácticamente desde el primer día de clases, los profesores me llamaron «Fernando». Mayor aún fue la sorpresa cuando a la hora del receso los profesores se mezclaron con los alumnos para jugar al basquetbol, al fútbol, al voleibol y a otros deportes. Cuando terminó el año escolar, yo no solamente contaba con la amistad de los profesores y los alumnos, sino que mi rendimiento académico había mejorado de manera notable.
Todavía conservo la amistad de algunos de los profesores que me enseñaron durante esos años. Y jamás olvidaré lo que hicieron para fortalecer mi estima propia y mi sentido de valor como persona.
¿Por qué te estoy contando estas cosas? Por la relación que tiene esta experiencia con un hecho todavía más grandioso, que tú y yo y cada ser humano podemos disfrutar. Me refiero a establecer una amistad estrecha con un Dios que nos ama profundamente y nos conoce en forma personal. Es un Dios que no miente cuando dice: «Te conozco por tu nombre» (Éxo. 33: 7, RV2000).
Dios se interesa en todo lo que es importante para ti: tu familia, tus estudios, tus temores, tus anhelos, tus sueños; le importan tus alegrías y tristezas; tus desengaños Sentimentales y tus fracasos académicos. Nada que te suceda escapa a su atención. ¿Puede haber en esta vida una verdad más gloriosa? ¡El Rey del universo es tu Padre celestial! Y puedes presentarte ante su trono en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia, porque eres su hijo amado te conoce por tu nombre.
Gracias, Padre celestial por interesante en mí.  Ayúdame a recordar esta gran verdad hoy y siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

COMUNIÓN CON DIOS


«Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo"» (Mateo 25:34).

El reencuentro entre el hijo pródigo y su padre tuvo lugar antes de la celebración familiar.  Antes de que los siervos hubieran preparado la comida, antes de que se escuchara la música o hubiera celebración alguna en la familia, padre e hijo se saludaron y se reconciliaron. Poco le habría importado la música y los saludos de los sirvientes si, antes, no hubiese recibido el perdón de su padre.
Lo mismo ocurre con nosotros. Antes de pensar en el compañerismo con nuestros hermanos, es preciso que recuperemos la comunión con Dios. Antes de unirme a una iglesia tengo que unirme a mi Padre. Antes de que el pastor me tienda la mano de la comunión, quiero que la mano de mi Padre celestial me dé la bienvenida. Antes de que el pueblo de Dios me reconozca aquí quiero el reconocimiento privado del Padre que está en los cielos. Él da este reconocimiento a todos los que acuden a él como el hijo pródigo cuando acudió a su padre.
El perdón del padre vino antes que la fiesta. Sabemos que el hijo pródigo sería el invitado de honor, se sentaría a la mesa de su padre y comería el banquete que había sido preparado. Antes de todo eso, su padre lo perdonó. Sentarse en el lugar de honor sin antes haber sido perdonado lo habría incomodado.
Para los que hemos sido invitados a celebrar la salvación de Jesús, la Cena del Señor es dulce.  Comer la carne de Cristo y beber su sangre de manera simbólica en la Cena del Señor es una bendición. Con todo, quiero tener comunión con el Señor antes de acceder a ella. Quiero saber que, entre mi Padre y yo, todo está en orden.
Jermaine Washington y Michelle Stevens se reúnen tres veces al mes para Celebrar lo que ellas llaman un «almuerzo de acción de gracias». ¡Y con razón! Washington donó un riñón a Stevens, a quien describió como «nada más que una amiga». Se conocieron en el trabajo donde solían almorzar juntas. Un día, Michelle, llorando, comentó que estaba en una lista de espera para un trasplante de riñón y que tendría que esperar, al menos, once meses. Como Washington no .soportaba la idea de ver morir a su amiga, le donó uno de sus riñones.
Jesús quiere darle, no un riñón, sino un corazón nuevo, un corazón que sea turno el suyo. Basado en Lucas 15:11-32

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

LA NATURALEZA REFLEXIVA DEL AMOR


El amor es sufrido, es benigno. El amor no siente envidia. El amor no es jactancioso, el amor no se engríe (1 Corintios 13: 4).

El amor exige consideración de las dos partes; la clase de consideración que construye puentes con la combinación edificante de la paciencia, la amabilidad y el desinterés. El amor te enseña a llegar a un acuerdo, a respetar y valorar la manera única en la que piensa tu cónyuge de ti por las cosas únicas y exclusivas que comparten.
El esposo debería escuchar a su esposa y aprender a considerar sus mensajes tácitos. La esposa debería aprender a comunicarse con sinceridad y no decir una cosa cuando en realidad quiere decir otra. Sin embargo, muchas veces te enojas y te frustras, y sigues el patrón destructivo de "Preparen, apunten, ¡fuego!" En el momento, hablas con dureza; y más tarde, decides si deberías haberlo dicho.
Por el contrario, la naturaleza reflexiva del amor, te enseña a usar la mente antes de usar la boca. El amor piensa antes de hablar. Filtra las palabras a través de una rejilla de verdad y bondad. ¿Cuándo fue la última vez que pasaste algunos minutos pensando sobre cómo podrías comprender mejor a tu cónyuge y demostrarle amor? ¿Qué necesidad inmediata podrías satisfacer? ¿Para qué acontecimiento próximo (aniversario, cumpleaños, día festivo) podrías prepararte? Las grandes relaciones matrimoniales surgen de la reflexión profunda todos los días.
¿Qué aprendiste de ti mismo o de tu cónyuge al hacer esto hoy? ¿Cómo podría transformarse en una parte más natural, creativa y sumamente útil de tu estilo de vida?
Ponte en contacto con tu cónyuge en algún momento del día. Sin ninguna otra intención, pregúntale cómo está y si puedes hacer algo por él o por ella hoy. Órale a Dios para que te dé la capacidad de hacer lo que te has propuesto.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.