martes, 27 de marzo de 2012

CRUZANDO EL DESFILADERO

«Entre los desfiladeros por donde Jonatán procuraba pasar a la guarnición de los filisteos, había un peñasco agudo de un lado, y otro del otro lado; uno se llamaba Boses y el otro Sene» (1 Samuel 14:4,RV95).

Un desfiladero es una hendidura ancha, profunda y peligrosa en medio de dos grandes rocas. En la historia de hoy había que atravesar uno, y no había " otro camino. Jonatán y su escudero tuvieron que ingeniárselas para cruzar estos dos peñascos y llegar al campamento de los aterrorizados filisteos. Jonatán le dijo a su escudero que si los filisteos les pedían que se acercaran, esa sería la señal de que Dios los ayudaría a derrotarlos. Cuando los filisteos los vieron, dijeron: «¡Suban a donde estamos, que les vamos a contar algo!». Cuando Jonatán escuchó esas palabras entendió que Dios lucharía por él, y eso fue exactamente lo que ocurrió. Puedes leer la historia completa en 1 Samuel 14.
En la vida, a veces las cosas se ponen difíciles. Tal vez alguien te ha tratado un poco mal, o algo que estás haciendo es muy difícil. Parece como si hubiera dos grandes peñascos a cada lado de tu vida sin un rumbo que seguir Jesús siempre sabrá cómo sacarte de esas dificultades. Él puede guiarte entre desfiladeros y acantilados, y siempre te ayudará a cruzar al otro lado. Y créeme, también luchará por ti, si se lo permites.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN REFUGIO SEGURO

Clamé a ti, Jehová; dije: «¡Tú eres mi esperanza y mi porción en la tierra de los vivientes!» (Salmo 142: 5).

Hay diversas formas de protegerse de un tornado o de un huracán. Se afirma que uno de los lugares más seguros para estar durante alguna de esas tormentas es bajo tierra. Muchas de las casas en las zonas susceptibles de sufrir tornados tienen refugios ubicados en los sótanos.
Nuestra protección se encuentra en la relación que tengamos con Cristo. Esa relación debe estar bien arraigada y no ser algo superficial, o que se base en las apariencias. Nuestras raíces deben permanecer firmemente ancladas en la fe de Jesús, para que los vientos de tormenta no las puedan remover. Jesús será nuestro inconmovible «refugio» en medio de la tempestad que se avecina.
Se les aconseja a quienes viven en lugares susceptibles de sufrir tornados que en caso de emergencia acudan a una habitación o cuarto pequeño, permaneciendo arrodillados debajo de un mueble pesado. Ese «cuarto pequeño» representa nuestra comunión, el acto de arrodillarnos a diario delante del señor. «Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto» (Mat. 6:6).
Al caer de rodillas ante el Señor podremos acercarnos a su trono de misericordia. De esa forma el Espíritu Santo tomará posesión de nuestro corazón. Nuestras vidas serán transformadas y nuestra fe fortalecida a través de los lazos de su maravilloso amor y de su poder perdonador.
También se recomienda a quienes se encuentran fuera de sus casas durante un tornado o tormenta que traten de guarnecerse en alguna zanja o depresión del terreno. De esa forma se protegerán de los escombros u objetos que hayan sido lanzados al aire por el viento. La Biblia puede representar ese escudo que nos protege de los escombros del miedo, la duda y el desánimo. Necesitamos «refugiarnos», escondernos, en la Palabra de Dios, llenando nuestras mentes con sus dichos y promesas, para evitar así los dardos del enemigo.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

AFILANDO LA SIERRA

¿Jesús les dijo: «Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo». Marcos 6:31.

¿«Afilando la sierra»? ¿Qué significa? La expresión la usa Stephen Covey en una fábula de dos hombres que están tratando, cada uno por su lado, de aserrar un árbol. No cualquier árbol, sino ¡un señor árbol! Pero lo curioso es que, mientras uno de los aserradores trabaja sin descanso, el otro, en cambio, reposa cada hora. Cuando llega el final de la faena, el hombre que trabajó sin descanso, totalmente exhausto, trata de recuperar el aliento. En ese momento mira hacia el lugar donde está el otro aserrador y... ¡sorpresa! No puede creer lo que sus ojos ven. El árbol de este hombre está casi listo para ser derribado. ¿Cómo lo logró?
—Amigo —pregunta el asombrado aserrador— ¿cómo lograste avanzar tanto aunque te sentabas a descansar cada hora?
—Lo que tú no viste es que cada vez que me sentaba a descansar aprovechaba para afilar la sierra (The 7 Habits ofHighly Effective Families [Los siete hábitos de las familias muy efectivas], p. 277).
«Afilar la sierra» significa, entonces, que tenemos que dedicar el tiempo necesario para renovar nuestra vida en todos sus aspectos: físico (por ejemplo, por medio del ejercicio, el sueño adecuado, la buena alimentación), mental (la buena lectura, el estudio, el desarrollo de habilidades y talentos), espiritual (la oración, el estudio de la Biblia, la asistencia a la iglesia) y social (por la interacción con familiares, el cultivo de buenas amistades, etc.). La lista es interminable, pero quedaría incompleta si no menciono el medio ideal que Dios proveyó desde la fundación del mundo para nuestra renovación: el sábado, su día de reposo.
¿Cómo te sientes físicamente? ¿Puedes decir que estás fuerte, con energías para enfrentar tus desafíos? ¿Estás desarrollando tus facultades mentales, por ejemplo, con la lectura de buenos libros? ¿Apartas tiempo cada día para la oración y el estudio de Ia palabra? ¿Es el sábado un día de delicia para ti? ¡Tienes una red de amigos y amigas que te ayudan a ser mejor persona? Si tu respuesta es sí a todas preguntas, ¡felicitaciones! Pero si es no en algunos varios aspectos, entonces, mi amigo, mi amiga, toma las cosas con más calma. ¡Es hora afiliar la sierra!
Me propongo, Señor, apartar tiempo cada día para renovar mis energías y para la comunión contigo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

JESÚS NOS LIMPIARÁ

«Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias» (Salmo 103:2-3).

Jesús se apercibió de que a su alrededor se estaba congregando una gran multitud, subió a la ladera de una colina para que el gentío pudiera verlo y oírlo sin dificultad y empezó a pronunciar un sermón muy largo. Es probable que el leproso se situara al margen de la multitud y que el sermón que escuchaba lo empujara a acercarse a Jesús para pedirle que lo sanara. Había oído decir que aquel Maestro que hablaba con tanta autoridad también era capaz de sanar. Así, a pesar de las críticas de los demás, se acercó lo suficiente a Jesús para pedirle a gritos: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mat. 8:2).
Jesús se preocupa por nuestras dolencias. Se compadece de nuestras debilidades (ver Heb. 4:15). Nosotros también podemos acercamos a Jesús, el cual tiene poder sobre todas las enfermedades. Su poder para curar enfermedades es el mismo ahora que cuando anduvo en la tierra; pero siempre tenemos que someternos a su voluntad: «Señor, si quieres, puedes».
No siempre podemos tener la certeza de que lo que pedimos armoniza con la voluntad divina, pero sí podemos estar seguros de que Dios tiene poder para concederlo; porque su poder es ilimitado si lo que pedimos es para su gloria y nos hace bien. Además, podemos confiar en su sabiduría y su misericordia. Por eso podemos decir: «Hágase tu voluntad». Esto nos asegura que, sea cual sea el resultado, estaremos en paz.
Jesús no curaba siempre de inmediato. Pero en este caso, tan pronto se hizo la petición la concedió. Cuando, en oración, pedimos bendiciones terrenales, es probable que la respuesta a nuestra oración se demore o que Dios nos responda de un modo distinto al esperado; pero no sucede así cuando pedimos que nos libre del pecado. Limpiarnos del pecado, convertirnos en sus hijos y prepararnos para vivir una vida de santidad ha sido siempre su voluntad. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Esa oración recibirá una respuesta inmediata. Basado en Mateo 8:1-4.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill