jueves, 4 de octubre de 2012

HAZ FELIZ A DIOS AHORA


«En esto se le acercó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro. Mientras Jesús estaba a la mesa, ella le derramó el perfume sobre la cabeza» (Mateo 26:7).

Hoy vamos a tomarnos un descanso. Quiero que imaginemos que estamos sentados a la mesa con Jesús, Esta es la casa de Simón, un hombre muy rico y respetado.  Espera, ¿quién es esa que acaba de entrar por la puerta? Trae una pequeña jarra muy fina con un perfume caro. Y ahora, lo está derramando sobre la cabeza de Jesús. ¿Por qué está haciendo eso? En los tiempos bíblicos eso se hacía solo después de que alguien moría para que el cuerpo no oliera mal.
Quizá esta mujer sabía que Jesús moriría pronto, pero no quería esperar a que muriera para hacer algo especial por él. Ella quería que él supiera en vida cuánto lo amaba.
¿Por qué no dejas hoy que Jesús sepa cuánto lo amas? Dile que él es la persona más importante en el universo para ti. Hazlo ahora. Este es el mejor momentó. Jesús se merece lo mejor de nosotros, ¿no crees? Dile que lo amas, y haz feliz a Dios ahora.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL ESPÍRITU


El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel.  (Isaías 61:1).

Observamos en la biblia que la medicina que Jesús nos proporciona actúa sobre la totalidad del ser, y contribuye a quebrar las cadenas que entorpecen la vida del ser humano. Es un remedio que nos libera del sufrimiento, de la soledad, de la angustia, del remordimiento, de la rebeldía y de toda esclavitud que compromete nuestra salud física, psíquica y espiritual.
El objetivo que debemos perseguir es el de la famosa máxima «mente sana en cuerpo sano», teniendo presente que los dos elementos son interdependientes, y que juntos forman un todo. Tenemos la oportunidad de disfrutar no solamente del privilegio de una salud integral, sino de ayudar a otros a alcanzarla. En el mundo hay demasiado sufrimiento y enfermedad, tanto física como espiritual. Muchos males podrían evitarse si la gente conociera las leyes de la salud y las practicara.
Sabemos que no es la voluntad de Dios que existan tantas enfermedades, por tanto hemos de ser sensibles a esa realidad y aprender lo que Dios quiere que hagamos con los medios que tenemos. El primer paso que deberíamos dar es el de aprender por nosotros mismos lo que el organismo necesita para tener equilibrio, y el segundo es el de educar. Debemos, con inteligencia, educar con la verdad a las personas que nos rodean, orar por la salud de los demás y ser una influencia positiva sobre sus vidas, de modo que ellos puedan acercarse cada vez más al Dador de la vida y Restaurador de la salud.
En la Biblia está la respuesta a los problemas cotidianos. Conviene que nos preguntemos: ¿Mi alimentación y mis hábitos contribuyen al buen funcionamiento de mi organismo? Si la respuesta es negativa, encontremos en Dios el modo de cambiar el rumbo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

COMO UN PROGRAMA DE COMPUTACIÓN


Debes ser un ejemplo para los creyentes en tu modo de hablar y de portarte, y en amor; fe y pureza de vida. 1 Timoteo 4:12.

Un grupo de viejas amigas se reúne para pasar el día juntas.
—¡Montemos bicicleta a la orilla del lago, como en los viejos tiempos! — Sugiere Arlene.
—¡Pero yo no he manejado una bicicleta desde hace años! —responde Nancy.
 —No te preocupes —contesta Arlene—. Ese software todavía está en tu cerebro, aunque no hayas recurrido a él durante años.
Si alguna vez aprendiste a manejar bien la bicicleta, esa información, el software, está todavía archivado en tu cerebro, aunque no lo hayas hecho desde hace varios años. Y lo mismo ocurre si aprendiste, por ejemplo, a nadar o a tocar la guitarra. ¿Cómo es eso?
Arlene Taylor, quien es hoy una especialista en funciones cerebrales, explica que los hábitos son como un programa de computación que funciona en nuestro cerebro a través de las neuronas. Cuando repetimos muchas veces una acción, se forma en el cerebro algo así como un camino o sendero por donde «corre» el hábito. Lo que esto quiere decir es que, cuando ya está establecido en el cerebro, el hábito nos impulsa a actuar en forma consecuente y predecible (Women of Spirit [Mujeres de espíritu], abril de 2005, pp. 6, 7).
Esta característica de los hábitos ha sido bien ilustrada por la historia de la mula ateniense, que el pastor Sergio V. Collins narra en el libro La personalidad triunfadora del joven moderno. Cuenta ese relato que durante la construcción de la Acrópolis de Atenas, se usaron muchas mulas para el transporte de piedras cerro arriba.  Una de ellas, quizás porque se enfermó de reumatismo o porque ya estaba muy vieja, fue «jubilada». Lo curioso del caso fue que, hasta el día de su muerte, la vieja mula siguió subiendo y bajando el cerro con las demás mulas jóvenes, ¡aunque no llevaba carga alguna sobre el lomo! ¡Qué tremendo el poder de los hábitos!
Si, por ejemplo, has cultivado el hábito de la buena lectura, de hacer ejercicio físico, de ingerir alimentos sanos, de orar, de acostarle y levantarte temprano, etc., esos buenos hábitos le acompañarán mientras vivas. Pero si son malos, vas a tener que «declararles la guerra» hoy mismo. Es verdad, no lograrás eliminarlos de un día para el otro, pero recuerda que todo lo puedes en Cristo que te fortalece.

A partir de hoy, ayúdame. Padre, a cultivar hábitos que glorifiquen tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UNA PIZCA DE PREVENCIÓN


«Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26:41).

Valoro mi casa porque es la mayor inversión que jamás he hecho. Por tanto, hemos protegido la instalación eléctrica con fusibles para que se fundan si se produce un cortocircuito en algún punto de la misma. Por la misma razón, también tenemos contratado un servicio de control y exterminio de termitas.
Probablemente usted piense lo mismo de su casa. Algunos han instalado sensores de humo que detectan cuándo hay un incendio; otros aseguran la puerta con cerraduras de seguridad y candados y protegen las ventanas con rejas. Algunos propietarios instalan complejos sistemas de seguridad que disparan una alarma cuando se abre una puerta o una ventana o cuando detectan movimiento en una habitación.
Los bancos tienen barreras a prueba de balas entre el cajero y los clientes, mientras que, de vez en cuando, la policía estaciona sus vehículos delante de la oficina. Aunque en las instalaciones no haya ningún empleado, el vehículo policial es una buena medida disuasoria para los posibles ladrones. Los aviones militares llevan a bordo equipos de alta tecnología que detectan cuándo el aparato está siendo «copiado» por un rayo de radar que sirve de guía a un misil. Parece que, en nombre de la prevención, la humanidad ha emprendido un camino sin fin hacia extremas y costosas medidas de seguridad.
La vida cristiana está llena de peligros. Desde aquellos lejanos tiempos de la era no tecnológica, el escritor bíblico nos exhorta a mantenernos en guardia: «Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda al rededor buscando a quien devorar» (1 Ped. 5:8).
Quizá para nosotros esa ilustración no tenga demasiado sentido. Personalmente, nunca he sido amenazado por un león que ande suelto. Sin embargo, por desgracia, todos entendemos la palabra «terrorista». Si el apóstol Pedro escribiera hoy, quizá diría: «No bajen la guardia porque su enemigo, el diablo, es un terrorista que...». Esta promesa es para usted: «Cristo dará fuerza a todos los que se la pidan. Nadie, sin su propio consentimiento, puede ser vencido por Satanás. El tentador no tiene el poder de gobernar la voluntad o de obligar al alma a pecar. Puede angustiar, pero no contaminar. Puede causar agonía, pero no corrupción.  El hecho de que Cristo venció debería inspirar valor a sus discípulos para sostener denodadamente la lucha contra el pecado y Satanás.  (El Conflicto de los Siglos,  cap, 31 p. 500).  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR INTERCEDE


Amado, ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma, y que tengas buena salud (3 Juan 2).

No puedes cambiar a tu cónyuge. No importa cuánto lo desees, no puedes hacer el papel de Dios y llegar a su corazón para transformarlo en lo que quieres que sea. Sin embargo, muchas parejas pasan gran parte de su tiempo intentando cambiar a su cónyuge.
Se ha dicho que la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. ¿Pero acaso no es lo que sucede cuando intentas cambiar a tu pareja? Obtienes la mayor de las frustraciones. En algún momento, debes aceptar que no es algo que tú puedas hacer. Sin embargo, hay algo que sí puedes hacer. Puedes transformarte en un "agricultor sabio".
Un agricultor no puede hacer que una semilla se transforme en una cosecha fructífera. No sirve enojarse con la semilla, manipularla ni exigirle que lleve fruto. Lo que sí puede, es plantar la semilla en terreno fértil, regarla y darle nutrientes, protegerla de las malezas y luego entregársela a Dios. Millones de agricultores se han ganado la vida con este proceso a través de los siglos. Saben que no todas las semillas brotan; pero la mayoría sí brotará cuando se la plante en el terreno adecuado y se le proporcione lo que necesita.
No hay garantía de que algo en este libro vaya a cambiar a tu cónyuge. En realidad, no se trata de eso. Se trata de que te atrevas a amar. Si tomas este desafío en serio, es probable que experimentes un cambio radical en ti.
Y si llevas a cabo cada desafío, es probable que tu cónyuge se vea afectado y que tu matrimonio comience a florecer frente a tus ojos. Quizá lleve semanas. Incluso puede llevar varios años. No importa cómo sea el terreno que tienes para trabajar, igual debes planear para la victoria. Debes quitar las malezas de tu matrimonio; nutrir la tierra del corazón de tu pareja y luego depender de Dios para los resultados.
Reflexión: Hoy decido aceptar a mi cónyuge tal como es. PÍDELE A DIOS QUE TE AYUDE A ACEPTAR A LAS PERSONAS TAL Y COMO SON SIN INTENTAR CAMBIARLAS.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur