domingo, 7 de junio de 2009

ESCUCHA LA VOZ

Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice, no endurezcan su corazón. Hebreros 4:7.

Se cuenta la historia de un abuelo y su nieto menor que trabajaban codo con codo mientras cavaban un camino hacia el granero. Juntos araban un futuro semillero. De repente, un sonido metálico rompió el silencio de la tarde. La azada habia chocado con algo que se encontraba oculto en la tierra. —¿Qué encontraste, abuelo? —preguntó el niño. El anciano cavó con la azada hasta que liberó la roca y la sacó a la superficie. —Solo es una piedra grande —dijo. Se agachó y, con las dos manos, tomó la roca y se dispuso a arrojarla a un lado. Pero una idea pasó por su cabeza y la volvió a dejar a sus pies. —Jack —dijo—, soy viejo. Mi vida se acaba pero la tuya acaba de empezar. ¿Te importa si te doy un consejo? El jovencito sonrió y el abuelo continuó. —Cuando yo era joven no pensaba que tuviese tiempo para Dios. Estaba demasiado ocupado en hacer lo que me apetecía. Crecí y seguí sin prestar atención a esa voz que escuchaba en mi cabeza. El corazón se me endureció más y más. Ahora es como esta roca. Al decir esto, el hombre golpeó la roca. Clanc. Clanc. Clanc. Mirando a los ojos del chico, continuó hablando. —No endurezcas el corazón como yo. Es una decisión que se toma una y otra vez. Cada vez que escogemos hacer las cosas a nuestra manera y no a la de Dios nos volvemos más insensibles a su dirección. No endurezcas tu corazón. Escucha la voz de Dios.


Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

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