martes, 22 de mayo de 2012

¡RESISTIR!


Y nosotros no somos de los que se vuelven atrás [...], sino de los que alcanzan la salvación porque tienen fe. Hebreos 10: 39

María Durand tenía solo 15 años cuando fue arrojada en prisión. ¿Cuál había sido su delito? Su hogar era el lugar de reuniones religiosas de un grupo de protestantes llamados hugonotes, que eran considerados herejes. En realidad, las autoridades querían echar mano de su hermano Fierre, que era pastor, pero como no lograron apresarlo, arrestaron a María y a su padre.
Corría el año 1730 cuando María fue encarcelada en la Torre de Constanza, al sur de Francia. El frío helado del invierno, el calor sofocante del verano, los mosquitos portadores de paludismo y la poca iluminación se combinaban para quebrantar la salud y la voluntad de cualquier ser humano. Pero María no solo se mantuvo fiel a sus principios, sino que se convirtió en líder espiritual del grupo ¡durante 38 años! En la misma torre aún se puede leer la inscripción que grabó en una de las paredes: ¡RESISTIR!
Y resistió. Es verdad, a un precio elevado. En su lucha por sostener en alto sus creencias, María perdió a su padre y también a Fierre, su hermano. Durante 38 años fue privada de su libertad y de las condiciones básicas para subsistir, pero nada pudo hacer que renunciara a su fe en Dios. María cuidó de los enfermos, les recordó las promesas de las Escrituras, y luchó para que las autoridades mejoraran las condiciones inhumanas del lugar. Gracias a sus esfuerzos, se les permitió tener un ejemplar de los Salmos y usar la azotea de la torre para respirar aire puro.
Cuando María finalmente salió libre de la prisión, ya tenía 53 años de edad. Una sola palabra de renuncia a su fe habría bastado para obtener la libertad muchos años antes, pero María Durand no era de los que «se vuelven atrás» (Heb. 10:38), sino de los se mantienen «firmes hasta el fin» (Mat. 24:13). Por eso escribió en una de sus cartas: «Dios nos ha dado las preciosas verdades de la Biblia. Debemos ser leales a ellas y no traidores como Judas» (Kenneth H. Wood, Para el hombre moderno, p. 142).
¿Puede hoy Dios contar también contigo, para defender las verdades de su Palabra?
Amado Dios, dame valor para mantenerme siempre de tu parte, no importa el costo que deba pagar por ello.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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