lunes, 17 de agosto de 2009

PAGAR BIEN POR MAL

No paguen a nadie mal por mal. Romanos 12:17

André era aprendiz en una joyería de París. Hace años, la gente aprendía un oficio trabajando con un artesano hasta que era capaz de independizarse y empezar su propio negocio. Por alguna razón, André estaba resentido con el perro guardián del propietario, un enorme pastor de Terranova que se llamaba Malakoff. Un día, después del trabajo, a Andrés y sus amigos se les ocurrió la manera de deshacerse del perro. Sacaron a Malakoff de la tienda y se lo llevaron a la orilla del río. Alguien encontró una piedra muy grande. La ataron al cuello del perro y lo arrojaron al agua. Malakoff se debatió con todas sus fuerzas para no hundirse. Arrastrando la piedra tras él nadó hasta la orilla. Ya casi había llegado cuando escuchó el ruido de alguien que se zambullía. Era André, que había perdido el equilibrio y había caído en el mismo río en que había arrojado a Malakoff. André no sabía nadar y se hundía con rapidez. Malakoff, que todavía arrastraba la pesada piedra, dio la vuelta y nadó hacia su agresor. André estiró una mano y se agarró del perro. Malakoff se debatía para mantenerse a flote con André hasta que los amigos de André pudieron sacarlos del agua. Una vez estuvieron seguros en la orilla, André abrazó al perro y se puso a llorar, pidiéndole perdón por lo que había hecho. La historia del valiente perro se esparció por todo París. Años después, cuando el fierro murió, casi todos los aprendices de la ciudad acudieron al cortejo fúnebre. Cuando alguien hace algo que nos duele, nuestra primera reacción es devolver el daño que nos causó. Pero nada duele tanto a un enemigo como devolver una agresión con una muestra de amabilidad inesperada. La amabilidad no es muestra de debilidad. Es la prueba de que hemos aprendido a hacer lo que es correcto pase lo que pase.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

No hay comentarios:

Publicar un comentario