sábado, 15 de enero de 2011

EL DIOS DE TUS PADRES

¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga como os ha prometido! Deuteronomio 1:11.

La llamaban Canela, por el color de su piel morena. Cuando sonreía, apa-recían sus dientes, como manada de ovejas blancas en orden. Era bella, inteligente y perspicaz. Soñaba con ser abogada, y no tuvo dificultades para realizar su sueño.
En la universidad, conoció a un profesor, dueño de uno de los estudios más grandes del país. Se casó con él después de la graduación, y en pocos años se había transformado en una profesional brillante, reconocida y adinerada.
Al mirar hacia el pasado, recordaba a sus padres, gente sencilla, llevándola a la iglesia y contándole historias bíblicas a la hora de dormir. Todo eso le parecía tan distante e ingenuo. Consideraba aquellos tiempos una fase superada de su vida. Su fe había desaparecido, junto con las limitaciones de su infancia. No necesitaba de Dios. Al menos, eso creía...
Sus padres fallecieron, tristes, por verla apartada de los caminos de Dios. Ella nunca había deseado herirlos; siempre había sido una buena hija. Solamente decía no necesitar de Dios. Los años transcurrieron y, un día, la tragedia tocó su vida. Un accidente de tránsito cegó la vida de su esposo, y la dejó condenada a una cama, para el resto de la vida.
Puedes imaginar lo que vino después. Casi sin recursos financieros, sin salud, sin amigos, rodeada de gente que solo se había aprovechado de su dinero, se acordó del Dios de sus padres y clamó a él.
¿Percibiste que mucha gente considera a Dios un simple detalle, dispensable? El ateísmo negaba la existencia de Dios, pero pasó de moda: ser moderno, hoy, es creer en Dios e incluso concurrir a la iglesia. Pero, eso no afecta la vida. Creer en Dios o ser fanático de un equipo de fútbol no es muy diferente; no influye en las decisiones ni modifica la conducta. Ese Dios no es "el Dios de nuestros padres".
El mensaje de hoy es un llamado a la renovación de los valores espirituales, al compromiso, a una relación viva con el Dios creador del cielo y de la tierra.
Permite que ese Dios haga la diferencia en tu vida hoy. Entrégale tu corazón. Comprométete con él, y "que Jehová, el Dios de tus padres te haga mil veces más de lo que ahora eres y te bendiga, como lo ha prometido".


Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

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