sábado, 5 de febrero de 2011

CUANDO EL AMOR SE TAMBALEA - PARTE 2

¡Siembren para ustedes justicia! ¡Cosechen el fruto del amor! (Oseas 10:12)

Aquella noche ya no pude volver a conciliar el sueño. Mi corazón luchaba dentro de mí por descubrir si era verdad lo que aquellas personas me habían dicho, o si se había tratado de una farsa. La imagen de aquellos pequeños descalzos y hambrientos permanecía como una película fija ante mi retina.
Varios días después, alguien me contó que habían detenido a un hombre que obligaba a su familia a salir de noche a saquear las casas de las personas que, conmovidas por su necesidad, abrían la puerta de su vivienda para ayudarlos.
Por un momento pensé que había obrado mal al no haber hecho nada por denunciar aquella fechoría, pero inmediatamente sentí una paz inalterable al saber que aquellos niños habían llevado un bocado de pan a sus estómagos antes de acostarse y que unos pies descalzos habían encontrado abrigo en aquel par de sandalias.
Con toda seguridad vendrán a tu mente vivencias similares, porque en nuestro día a día estamos continuamente expuestos a ellas. Muchas veces tenemos que debatirnos entre lo que Dios nos pide y nuestro impulso humano. Ante una injusticia como la que a mí me tocó ver, nuestro corazón tiende a cerrarse y a juzgar en el futuro demasiado severamente cada acción, deseando que el peso de la ley caiga sin piedad sobre los que cometen delitos. Sin embargo, Dios nos exhorta a cosechar el fruto del amor. No es la justicia humana la que debemos demandar en tales casos, sino el amor con que esa justicia es impartida por Dios.
¿No te parece que aunque la maldad sea mucha, tu misión es aminorar sus efectos? No dejes que el amor que Dios ha puesto en ti sea empañado por la maldad. Al enfrentar lo que pueda aparecer ante tu puerta en este, día, asegúrate de que tu amor esté cobijado bajo el fuego abrasador del amor divino. Entonces no tendrás problemas con el frío, porque Dios será tu abrigo, él te mantendrá bajo los rayos de su amor. Brinda un amor sin medida, Dios hará lo demás.
«Las muchas aguas no podrán apagar el amor» (Cant. 8: 7).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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