viernes, 12 de agosto de 2011

ALABEMOS SU GLORIOSO NOMBRE

Mora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. (Crónicas 29:13).

La música es un medio de recreación que tiene el poder de subyugar los corazones y llenarlos de gratitud hacia aquel que dejó la alabanza angelical para bañar la tierra con música celestial. Sí tan solo pudiéramos comprender la importancia de una alabanza sincera, llena de adoración y respeto, dedicaríamos parte de nuestro tiempo a aprender el canto celestial.
Se cuenta que Wolfgang Amadeus Mozart, el niño prodigio, logró que el rey Francisco y la reina María Teresa I de Austria pasaran tres horas consecutivas escuchando uno de los conciertos que dio a la edad de seis años. El violín y el clavicordio parecían hacer reverencia ante tan magistral ejecución. Su prodigiosa capacidad musical lo llevó a escribir un concierto a los cinco años de edad y una sinfonía a los siete. Franz Liszt, otro niño prodigio de la música, llegó a ser un pianista excepcional en opinión del público que lo oyó tocar, que aseguraba que nadie podía igualar su maravillosa ejecución. Algunas obras de estos grandes genios de la música han llegado hasta nuestros días dando honra al nombre de Dios.
¿Tienes el don de la música? ¿Qué estás haciendo con él? Sería bueno que dedicaras tiempo a cultivar ese talento musical como un medio para elevarte espiritualmente y como un recurso para alejar al tentador. Se dice que hay dos cosas que Satanás no puede soportar: una oración sincera y una alabanza de corazón.
Cuando el cristiano eleva su frágil voz al cielo en cánticos de alabanza, no hay mal que pueda resistir tan poderosa arma. Incluso aunque no seas una profesional de la música, aprende himnos que te eleven y entónalos cuando sientas temor o alegría, cuando el enemigo traiga tentaciones a tu vida o cuando las cosas te vayan mal. Nunca dejes de alabar con un canto a aquel que llenó el cielo con el mensaje angelical: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres» (Luc. 2: 14).
La música es la pluma que danza al ritmo celestial.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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