jueves, 15 de septiembre de 2011

LA ORACIÓN PRIVADA

Más tú, cuando ores, entra, a tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo 6:6.

Ayer vimos la propuesta de Jesús de que sus hijos oren en grupo. Hoy veremos la parte personal que debe tener en cuenta cada creyente en su oración. Sobre este aspecto, muchos ignoran lo que Jesús dijo, y creen que orar por los alimentos o en la iglesia ya es suficiente para estar comunicados con el Señor. Sin embargo, eso dista mucho de lo que dice la Biblia, porque Jesús aconsejó a sus hijos a que oraran "en lo secreto".
La Biblia registra numerosos casos de oración privada que tuvieron una recompensa "en público". Isaac pidió que Rebeca tuviera hijos; Moisés intercedió para que Dios perdonara el pecado de Israel; Sansón rogó para no morir de sed; Exequias oró para ser curado de una enfermedad terminal; Pablo oró para predicar el evangelio entre los judíos. Cada hijo de Dios debe desarrollar una relación íntima con su Padre, y la oración es una herramienta imprescindible para que esto se haga realidad.
Personalmente vi en numerosas ocasiones la respuesta divina a mis oraciones privadas, y hoy quiero compartir una de ellas. Estaba en el último año de mi carrera y había viajado a una ciudad que distaba a trescientos kilómetros de la universidad. Había ido a colportar. Trabajé durante un mes, pero al llegar la temporada navideña, armé un pequeño bolso con prendas de vestir y salí para visitar a mi novia y pasar la fiesta con ella y su familia. Como quería ahorrar dinero, decidí hacer el viaje "a dedo", solicitando la buena voluntad ajena para trasladarme. Luego que un auto me bajara en un cruce en medio del campo, estuve más de una hora sin que nadie me llevara. Poco a poco, el clima comenzó a cambiar, y una mañana hermosa soleada, se transformó en una tarde nublada y fría. Estaba parado en un lugar donde se veía avanzar una tormenta, y oré a Dios para que me protegiera de la lluvia. Faltaba muy poco para llegar al destino. Al terminar mi oración, un hombre noble frenó su camión y me permitió viajar con él. Subí, y cuando el camión había recorrido una decena de metros, las fuertes gotas de la lluvia comenzaron a golpear el parabrisas delantero. "Te subiste justo a tiempo" exclamó él al ver la lluvia; y yo no dejaba de salir de mi asombro por la rápida respuesta a mi oración.
Ese Dios de amor que contestó la oración privada de tantos hombres de la Biblia, hoy también está dispuesto a contestar tus oraciones.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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