miércoles, 14 de diciembre de 2011

PODER PARA TERMINAR LA OBRA

Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Zacarías 10:1.

Ayer vimos que antes de la venida de Cristo habrá en el mundo una gran proclamación de su regreso. También dijimos que esa predicación no puede realizarse si el Espíritu Santo está ausente. Hoy veremos las razones bíblicas para creer que habrá un segundo pentecostés para terminar con la expansión del evangelio.
Si recordamos el primer pentecostés, los apóstoles estaban reunidos en el aposento alto junto a una multitud de discípulos y creyentes. Oraban para que la promesa del Espíritu Santo fuera una realidad en ellos, y después de varios días, el Padre cumplió la promesa del Hijo. Por primera vez, el mundo vio un poder sobrenatural en la predicación del evangelio, y no eran uno o dos, sino que "fueron todos llenos del Espíritu Santo" (Hech. 2:4).
Con una convicción que solo proviene de Dios, cada uno comenzó a predicar "según el Espíritu les daba que hablasen" (vers. 4), y por el resultado de esa predicación tres mil personas fueron bautizadas (vers. 41).
En el campo hacen falta dos lluvias para que se logre la cosecha. La primera lluvia ayuda a germinar la semilla, pero la lluvia tardía hace madurar el grano y lo prepara para la cosecha. De igual manera Zacarías nos invita: "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía", para que al volver Jesús, la cosecha de almas esté madura.
En la actualidad, contamos con muchos avances científicos que facilitan las comunicaciones, pero el mensaje que debemos dar tiene que ir acompañado de poder para que los oyentes se decidan por Cristo. Si nuestro mensaje consiste solo de palabras humanas, simplemente será información en los oídos ajenos, pero si el mensaje proviene del Espíritu, se va a repetir un nuevo pentecostés. "Cerca del fin de la siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual, para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Este derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía" (Elena G. de White, Eventos de los últimos días, p. 190).
Muchos cometieron el error de mirar este momento profetice como un evento en el futuro lejano, pero es nuestro deber cada día orar para que Dios derrame su Espíritu. Lo necesitamos. Cada día debemos implorar con ferviente fe que seamos dignos de recibir el Espíritu Santo. Hoy, al comenzar tus actividades, recuerda pedirle al Padre que cumpla en ti la promesa hecha por Jesús de darte su Santo Espíritu.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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