lunes, 18 de febrero de 2013

UNA MERECIDA CELEBRACIÓN


Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.  Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3:12-14.

La celebración del día de las madres poco a poco se ha convertido en un acontecimiento a nivel mundial. La mayoría de los países que lo festejan consideran que la labor de una madre es tan especial e importante, que merece un reconocimiento público.
Creo que todas las madres nos sentimos halagadas con tal reconocimiento, y agradecemos a nuestros hijos porque se esmeran por expresarnos su gratitud con palabras y obsequios. Sin embargo, esta celebración implica un compromiso.
El compromiso de ser buenas madres va más allá de dar cuidado físico y proveer cosas materiales. Nuestros hijos necesitan madres que cumplan con las demandas de Dios expresadas en su Palabra: «No exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen» (Col. 3:21). «No hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor. [... ] Recuerden que tanto ellos como ustedes tienen un mismo Amo en el cielo, y que con él no hay favoritismos» (Efe. 6:4,9).
Los hijos necesitan madres que se hagan cargo de ellos, que les expresen seguridad gracias a los cuidados diarios, para que independientemente de la edad que tengan, sientan satisfecha su necesidad de apego. Madres que estén disponibles y cercanas, que sean sensibles a las necesidades infantiles y juveniles, y que con actitud empática los conduzcan hasta llegar a la autorrealización.
Dado el tiempo que la madre permanece en el hogar, es la que genera en gran medida la atmósfera familiar. Es por medio de su actuación como los hijos adquieren herramientas para bregar con la vida. Es ella la que siembra con paciencia y espíritu manso en el corazón de sus hijos las verdades eternas del evangelio; la que suplica por sabiduría sobre sus rodillas y que, a pesar de la aparente ingratitud de los hijos, es capaz de brindarles alabanza y aliento.
Mi querida amiga, espero que para el próximo día de las madres, cuando recibas el homenaje de tus hijos, puedas abrirles los brazos y recibir su reconocimiento con la seguridad de quien sabe que hace lo mejor delante de Dios para sus hijos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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