sábado, 23 de marzo de 2013

NO TIRES DE LA PALANCA


Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, Efesios 2:4-6.

Hace algunos años asistí a un programa para psicoterapeutas con el fin de conocer algunas estrategias y métodos que ayuden a los pacientes a librarse de sus traumas, conflictos internos y malos recuerdos. Hubo uno que me impresionó, no tanto por su efectividad, sino por la simpleza con que algunos estudiosos de la mente humana piensan que los seres humanos nos podemos deshacer de las cargas psicológicas y espirituales.
El método se resume más o menos así: el paciente es inducido por su terapeuta a escribir en una hoja de papel todos sus miedos, traumas, conflictos y errores. En seguida se lo invita a romper el escrito en pedazos muy pequeñitos y, acto seguido, el paciente, acompañado por su terapeuta, va al baño, deposita los pedacitos de papel en el inodoro y tira con decisión de la palanca, diciendo con vehemencia y determinación la siguiente frase: «En este momento me deshago de todo lo que está impidiendo mi desarrollo personal».
El problema del pecado no puede ser resuelto halando la palanca del inodoro. No basta con tener una firme determinación. Así no es como vamos a olvidar el pasado que nos atormenta. El pecado de la humanidad requirió el más alto sacrificio. Dios envió a su Hijo a morir por la humanidad.
El daño que el pecado causa en un ser humano lo lleva a la muerte, y solo la sangre de Jesucristo es capaz de salvarlo de una muerte eterna. La sentencia es clara: «La paga del pecado es muerte» (Rom. 6:23). Y es nada más por el gran amor del Padre y el sacrifico del Hijo como podemos librarnos de sus consecuencias: «La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom. 6: 23).
Hoy deseo que recuerdes que tu seguridad, sanidad y salvación vienen del cielo, y no del cuarto de baño de tu casa. Haciendo a un lado todas las metodologías de sanación mental y sus diversas técnicas para asegurar tu bienestar, Dios es quien está detrás de los resultados positivos que obtienes en tu vida. Agradezcamos a él su gran sacrificio y démosle el mérito, que bien merecido lo tiene.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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