lunes, 24 de diciembre de 2012

SIMPLEMENTE ASOMBROSO


«Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda» (Apocalipsis 21:19, NVI).

¡Esto es asombroso! Hoy estamos caminando alrededor de las murallas de la Nueva Jerusalén. ¡Son inmensas e impresionantes! Mira todas esas piedras en los cimientos de la muralla. Hay toda clase de ellas. ¡Mira esa! Es una clase de cuarzo casi transparente que se llama ágata.
Si visitáramos uno de los bosques petrificados que hay en el oeste de Estados Unidos encontraríamos ágata en forma de árboles. Estos árboles tal vez murieron como consecuencia del Diluvio de Noé.  Y cuando comenzaron a descomponerse, el ágata y otros minerales que se introdujeron en los árboles durante el Diluvio comenzaron a endurecerse. Después de muchos años la madera se descompuso completamente y lo único que quedó fue ágata. Si alguna vez visitas el Parque Nacional del Bosque Petrificado en Arizona, Estados Unidos, busca estos árboles.
Pero hay algo que es mucho más asombroso que árboles convertidos en piedras preciosas, y es la manera en que Jesús transforma nuestros corazones de piedra en corazones de amor.  Es mucho más asombroso que las murallas de la Nueva Jerusalén y los árboles petrificados.  Lo que Jesús puede hacer con el corazón de una persona es simplemente asombroso

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL PRIMER VILLANCICO


Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. (Lucas 2:9).

A veces nos sobresaltamos si estamos absortas en alguna actividad y de repente oímos la voz de alguien. Eso es algo normal. Precisamente fue lo que les sucedió a los pastores del relato de Lucas. Estaban concentrados en su labor y de repente escucharon una voz y vieron a un extraño. Su temor era tan evidente que el ángel les tuvo que decir: «No tengan miedo. Vengo a traerles una noticia que será de agrado para todo el pueblo. Les vengo a decir que hoy ha nacido un salvador que es Cristo el Señor».
¡Qué extraño! ¿Por qué Dios eligió a un grupo de humildes pastores para dar una noticia tan trascendental?  ¿Cómo es que a ellos les dio la encomienda de difundir aquella noticia? Dios elige a sus siervos no por sus riquezas, ni por sus estudios o cargos, sino por su sinceridad y por su relación con él.
Una vez que el mensajero celestial les dijo la forma en que identificarían al Salvador, apareció una multitud de ángeles alabando a Dios. ¡Qué privilegio para aquellos pastores!  Mi mente tan finita no alcanza a imaginar una escena tan hermosa. Se dice que fue toda una «hueste» la que alabó al Señor; todo un ejército. El versículo 13 nos dice que apareció una multitud de las huestes celestiales. ¿Sabes lo que significa esto? Miles y millones de ángeles alabando a Dios. ¡El primer villancico!
En Israel había dirigentes, sacerdotes y rabinos a quienes les pudo haber llegado ese mensaje para que lo transmitieran a la población. Sin embargo, se les entregó a unos humildes pastores. El Señor nos ha encomendado a ti y a mí, humildes servidoras, difundir el mismo mensaje. No esperes a que lo hagan los pastores de la iglesia, los empleados de la denominación, o los evangelistas. A nosotras, como servidoras, nos corresponde dar las nuevas de gran gozo. Si el Señor te ha elegido, cumple con ese cometido. No tengas temor, únicamente debes compartir con los demás la forma en que Jesús ha transformado tu vida.
¡Transfórmate en ese ángel que fue portador de las buenas nuevas de salvación, será un privilegio!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Elizabeth Suárez de Aragón

MEJOR REGALO, ¡IMPOSIBLE!


Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos.  Juan 15:15

Se cuenta la historia de un antiguo monarca persa a quien le gustaba disfrazarse y mezclarse con la gente de la calle. De esa manera podía conocer de cerca los problemas de sus ciudadanos sin tener que depender de los informes de los oficiales de su gobierno.
Cierto día el rey se disfrazó de pueblerino y visitó a un hombre muy pobre que vivía en un sótano. Ahí conversó con él durante largo rato e incluso comió de su misma comida. Sin importarle lo mal que olía el lugar ni sus incomodidades, el rey siguió visitando al hombre pobre hasta que entre los dos se desarrolló una buena amistad. Entonces el rey decidió revelar a su amigo su verdadera identidad.
—Mi amigo, creo que es tiempo de que te diga quién soy. Todo este tiempo me he presentado como un ciudadano común, pero quiero que sepas que soy el rey.
—¿El rey? —preguntó asombrado el hombre—. ¿El rey ha estado visitándome en esta pocilga donde vivo?
—Así es. Y ahora puedes pedir lo que quieras en honor a nuestra amistad.
—Su Majestad —respondió el hombre, abrumado de admiración—. Usted dejó la comodidad de su palacio para comer de mi comida y para compartir mis penas. ¿Qué mayor regalo puedo pedir, aparte de su sincera amistad? (Adaptado de Michael P. Green, 1,500 lllustrations for Biblical Preaching [Mil quinientas ilustraciones para la predicación bíblica], pp. 48, 49).
Una hermosa historia. Y un poderoso mensaje que nos recuerda, especialmente en este día de Navidad, que un día, el Rey de todo el universo dejó su trono de gloria y nació en un maloliente establo, para comer de nuestra comida y compartir nuestras penas. Más aún, para morir clavado en una cruz. Y todo por amor a ti y a mí.
También nos recuerda que ese Rey vino a ofrecernos un amor y una amistad que nada ni nadie nos podrá arrebatar. ¡Qué verdad tan profunda, y a la vez tan hermosa!
Tus mejores amigos terrenales podrán darte la espalda, pero Cristo, el Rey del universo, nunca lo hará. Siempre, en las buenas y en las malas, puedes contar con su amistad.
¿Será que alguien puede darte un mejor regalo en esta Navidad?

Gracias, Jesús, por tu preciosa amistad. No la cambio por nada en este mundo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NOCHEBUENA



«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).

NOCHEBUENA DE 2012
Por fin hemos terminado las compras. ¡Cuánto ajetreo! Había tanta gente, que apenas podíamos movernos. Este año hemos tenido que comprar docenas de regalos porque vienen a casa mi cuñada y su familia. Parece como si cada año gastásemos más dinero. Nos habría gustado contribuir con una buena cantidad al fondo de beneficencia para los pobres de la iglesia, pero no nos ha sobrado ni un centavo.
Eso sí, los regalos están estupendamente envueltos y lucen preciosos al pie del árbol de Navidad. No tendríamos que haber comprado un árbol tan grande; cuesta mucho decorarlo. Pero los niños lo querían así y no podíamos defraudarlos.
Las velas y el popurrí esparcen un perfume muy agradable por la casa. Me parece que la cena ya está casi lista y que tiene el aspecto de un gran banquete.
¡Ah! Sentado en mi sillón favorito con los pies levantados, escuchando un CD de villancicos, es la manera perfecta de celebrar la Navidad.

NOCHEBUENA EN BELÉN, HACIA EL 4 a.C.
Estoy muy cansado y sé que María también está extenuada. Hemos viajado durante semanas para venir a Belén e inscribirnos en el censo. Es el momento más inoportuno. ¡Ojalá hubiera podido encontrar una habitación acogedora para pasar la noche! No puedo creer que estemos durmiendo en un establo. ¿Qué pensarían los padres de María? Y ella, la pobre, con el embarazo tan adelantado.
¿Qué sucede, María? ¿Ha llegado el momento? ¿Aquí, en el establo? ¿Y ahora qué hacemos? Iré a la posada, a ver si encuentro una comadrona.
Sin cama, solo paja; no hay sol, solo sombras oscuras. Y no tenemos mantas, solo harapos. Ni hablar de popurrí, aquí solo se huele el hedor del ganado. Ni siquiera se oye un canto, solo las bestias rumiando. En lugar de un festín caliente, solo disponemos de un mendrugo de pan que sobró de la mañana. ¿Qué decir de la familia? Nadie, solo extraños curiosos. Los regalos costosos brillan por su ausencia, solo hay un bebé recostado en la paja.
Así fue la primera Navidad. Pero en toda la historia del mundo, nunca hubo un regalo más precioso o caro que este.  El trono que se yergue junto al Padre está vacío.
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).  Basado en Lucas 2:1-20.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill


domingo, 23 de diciembre de 2012

DE ARENA A UNA PERLA DE GRACIA


«Cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas, telas de lino fino y de seda, de color púrpura y rojo; toda clase de maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol» (Apocalipsis 18:2).

En nuestro recorrido de hoy por el libro de Apocalipsis vamos a aprender un poco sobre las perlas. Las perlas que son perfectas y naturales son muy valiosas. Si las ves, son perfectamente redondas, brillantes y hermosas. Pero lo más asombroso de las perlas naturales es de dónde provienen. Estas se encuentran dentro de las ostras. Una ostra es un animal que vive en el mar.  Se trata de un animal blandito que está protegido por dos conchas que se cierran como dos labios. A veces, cuando los labios de la ostra están un poco abiertos, se cuela un poco de arena en el interior de la ostra. Para protegerse de ser dañada por la arena, la ostra cubre la arena con varias capas de un material fuerte, pulido y brillante. A medida que varias capas de este material van cubriendo la arena, se va creando la perla.
Hay momentos en la vida en que algunas cosas nos molestan como la arena molesta el suave interior de la ostra.  Tenemos dos opciones: quejarnos y lloriquear; o pedirle a Dios que cubra nuestra vida con su gracia. Deja que Dios te cubra y fíjate en cómo transforma la arena en una perla de gracia.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN REGALO DIVINO


Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. (1 Samuel 1:27)

«Nicole cumple quince años mañana», exclamaba yo el día antes de su cumpleaños, recordando cómo la había recibido en medio de una mezcla de emociones indescriptibles: «¿Seré una buena mamá? ¿Estaré preparada para esta tarea?». Dios es tan sabio que los nueve meses de embarazo te ayudan a prepararte. «¿Qué nombre le pondrás? Alista su ropita»... Mi caso era diferente: no podía quedarme embarazada. La bebé que el Señor me daría iba a recibirla gracias a mi hermano. Él y su esposa iban a compartir su hija conmigo. Yo no salía de mi asombro respecto a aquella decisión. Nunca les había pedido algo semejante a ellos. Incluso le dije a mi hermano: «Los hijos no se dan». A lo que él me contestó: «A alguien como tú, sí se le dan». Así, de pronto, me veía con una criaturita de dieciocho meses en mis brazos y ya era mamá. Siempre había soñado con una niña como Nicole.
He sido muy bendecida por ese regalo y no me canso de dar gracias a Dios cada mañana y cada noche. Dios la creó para mí, es una lucecita en mi vida. Ella no nació de mi vientre, pero nació de mi corazón. En cuanto recibí a Nicole busqué una iglesia adventista, la iglesia que yo conocí de pequeña y de la cual me había alejado. Quería que mi hija creciera conociendo el gran amor de Dios. Fue mi hijita quien me llevó de nuevo a Jesús y a la iglesia.
Cuando Nicole tenía tres años viajamos a Hawai. En el avión, al ver las nubes, ella me dijo: «Mami, mira el cielo». Le contesté que en el cielo es donde Jesús vive con los ángeles. Contrariada, volvió su cabecita hacia mí, tomando mi mano la puso sobre su pecho diciendo: «Mami, Jesús no vive en el cielo. Siente, él vive aquí en mi corazón». Sonreí, y le di gracias a Dios, porque el amor de Jesús se había arraigado en la vida de mi hija.
Querida hermana, tratemos de sembrar esa hermosa semilla en los corazones de nuestros hijos y de nuestros familiares, para que al fin cosechemos una recompensa de gloria eterna.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Eva Gastelun Castillo

A PESAR DE TODO…


Estén siempre alegres. 1 Tesalonicenses 5:16, NVI

Lee una vez más el versículo que está arriba. ¿Qué dice? «Estén siempre alegres». Hay por lo menos dos buenas razones para estar siempre alegres. La primera consiste en que somos dueños de tesoros que nada ni nadie nos puede arrebatar. ¿Puede alguien despojarte de tu fe? ¿Y de la amistad de Jesucristo, tu Salvador? ¿Quién puede apartar de tu lado a tu ángel guardián? ¿Puede un ladrón arrebatarte la corona de victoria que Dios tiene para ti?
La segunda razón la expresa muy bien el título del conocido libro A pesar de todo, ¡qué linda es la vida!, de Enrique Chaij. Aunque tenemos que admitir que hay mucha maldad y mucha fealdad en este mundo, uno tendría que ser ciego para no darse cuenta de todas las cosas buenas que nos rodean.
Sin ir muy lejos, piensa por un momento en todo lo bueno que tienes ahora mismo. A pesar de los muchos problemas por los que pueda estar pasando tu familia, ¿no crees que tienes que darle gracias a Dios por tus padres, por tus hermanos, tus tíos y tus primos? A pesar de todas sus incomodidades, ¿no deberías estar alegre por tener un lugar donde vivir, con tu propio cuarto, y tu cama con sábanas limpias? A pesar de todos sus defectos, ¿no crees que sea un motivo de gozo tener amigos como los que tienes ahora? Y puede ser que tu colegio no sea el mejor de la ciudad pero, ¿no te parece que estudiar en esa institución es un privilegio que muchos quisieran tener?
La lista podría continuar, pero la idea está clara: sobran las razones para estar siempre alegres, tal como lo expresan las palabras del siguiente mensaje que el profesor Valentín Acosta me envió desde Puerto Rico por correo electrónico: Le pregunté a Dios:
«¿Cómo puedo obtener lo mejor de la vida?». Y Dios me respondió: «Recuerda tu pasado sin remordimientos, vive tu presente con confianza, prepárate para tu futuro sin temores. Ama verdaderamente, ríe permanentemente. El momento presente es como el agua de un río: Después que pasa no lo puedes regresar. Así que, ¡disfruta cada momento de la vida!».

Padre celestial, quiero ser hoy un embajador de tus bendiciones.  Ayúdame a compartir con quienes me rodeen la alegría de ser tu hijo amado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL REY DOLIENTE


«Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre sí las iniquidades de ellos» (Isaías 53:11).

Nos encontramos en el preludio de una serie de grandes celebraciones. Los niños sueñan con recibir el mejor regalo del año. Los comerciantes decoran las vitrinas de la manera más atractiva. Los hombres adornan las casas con luces de colores. Las mujeres hornean galletas y dulces. Por todas partes se oyen villancicos y canciones navideñas. Todo está impregnado de una atmósfera festiva. ¿Qué tiene que ver todo esto con el nacimiento de Jesús?
Los antiguos patriarcas esperaban la venida de un Mesías, pero no se imaginaban que vendría con la forma de un bebé. La opinión de la gente estaba dividida. Algunos decían que, según la profecía, vendría como un rey conquistador y quebrantaría el yugo de los opresores romanos. Esta era probablemente la creencia más popular. Se sentaría en el trono de David y gobernaría con mano de hierro. Su reino no tendría fin. Esas personas veían el futuro con mucho optimismo.
Había otros que también leían las profecías y sospechaban que el futuro sería incierto y tenebroso. Estudiando Isaías 53 llegaron a la conclusión de que el Mesías no vendría como un rey conquistador, sino como un rey doliente. Obviamente, este punto de vista no era muy popular.
A lo largo de los siglos, la mayoría de los judíos se había creado una imagen del Mesías y no estaban dispuestos a aceptar a nadie que no encajara en ella. Aunque fueran un pueblo oprimido y en el exilio, eran un pueblo orgulloso. Tenían una herencia brillante y creían que el Mesías los restauraría a su grandeza. Pero Dios tenía otros planes. Amaba a su pueblo escogido y estaba dispuesto a trabajar junto a ellos para restaurar su propia imagen, no la grandeza de ellos. Definitivamente, sus caminos no son nuestros caminos. ¿Quién podía adivinar sus planes?
Poco sabían ellos —poco sabemos nosotros— que la salvación solo se cumple a la manera de Dios. El rey tenía que morir sufriendo por nuestros pecados y, al hacerlo, justificaría a muchos porque cargaría con sus iniquidades. Esta es la verdadera historia de la Navidad. Fue el mejor regalo que el mundo jamás recibirá. Basado en Isaías 53:1-12

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill