domingo, 26 de julio de 2009

DEJEMOS DE HABLAR DELA MISIÓN

Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Mateo 9: 35

La misión divina demanda que contemplemos las cosas como las veía Jesús, que las sintamos como las sentía él, que vayamos a los sitios como lo hacía el Salvador. Esa misión exige que oremos fervientemente al Señor de la cosecha (Luc. 10: 2). Por último, demanda que nosotros mismos nos entreguemos a la misión. Ya liego el tiempo en que debemos dejar de hablar acerca de la misión y dedicarnos en cambio a hacer la misión. Jesús vino del cielo a la tierra. ¡Fue el primer y el más grande misionero de todos los tiempos! Cumplió la gran misión de revelar el amor de Dios, su gracia y su misericordia. Jesús vino a donde nosotros estábamos y se encarnó. Por así decirlo, nosotros también nos encarnamos para cumplir la misión. Por eso no solo enviamos vídeos o libros a las personas que necesitan ser alcanzadas. Vamos a esas personas porque nada puede reemplazar nuestro lugar entre ellas, cumpliendo así nuestra misión personalmente, "en la carne". La misión divina significa, finalmente, que nosotros debemos participar. Juan 3: 16 no dice que Dios amó tanto al mundo que nombró un comité o una fuerza de trabajo. No. Envió a su Hijo. En una de las escenas más dramáticas de la Biblia, Dios se dirige a Moisés con estas palabras: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios» (Éxo. 3: 7, 8). Ese es el corazón de la misión. Dios no es una autoridad lejana. Es un Dios cercano, próximo. Para ti, no es tanto un Dios que esté en todas partes como un Dios que está donde estás tú. Dios está aquí. Adentro. Está contigo. Es Emanuel, «Dios con nosotros». Y tú estás para ser la extensión de la cercanía de Dios en su gran misión de alcanzar este mundo. Tienes que ir. Tienes que contemplar las cosas como las veía Jesús. Tiene que sentir niño él sintió. Tienes que orar al Señor de la mies para que envíe obreros a recoger la cosecha. Desde luego, la misión divina demanda que actuemos, que hagamos algo por salvar a los perdidos. Acude hoy al Señor, y dile: «Señor, deseo ser parte de lo que estás haciendo. Quiero ir a recoger la cosecha».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos

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