martes, 23 de junio de 2009

COMO SU TUVIÉRAMOS LOS GENES DE JESÚS

Respondiendo el ángel, le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» Lucas 1:35.

El Espíritu Santo ejerce diferentes funciones como representante de Cristo en esta tierra. Juan, en su Evangelio, presenta algunas de esas funciones de la tercera persona de la divinidad en su obra a favor de los creyentes. Actúa como maestro. Hace saber al cristiano las cosas que han de venir. Es un guía que conduce al creyente a toda verdad. También obra como conciencia, convenciéndonos de pecado. Lucas presenta otras funciones del Espíritu Santo. Esas funciones están relacionadas con la historia del nacimiento de Jesús. «Y ahora concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo» (Lúe. 11:31). Es como si Lucas dijera que el Espíritu Santo tiene una función reproductora en la iglesia. Este concepto lo expresa Lucas también en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí el Espíritu Santo obra la "reproducción" de dos maneras: En primer lugar, es el encargado de la reproducción numérica de la iglesia. Tan pronto descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles el día de Pentecostés, se añadieron como tres mil personas a la naciente iglesia cristiana. En segundo lugar, el Espiritu Santo tiene la función de reproducir el carácter de Jesús en nuestras vidas. «Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús» (Hech. 4: 13), El papel número uno del Espíritu Santo es reproducir el carácter de Cristo en la iglesia. Como si hubiera proporcionado a cada creyente un código genético para ser semejante a Jesús. ¿Has oído hablar alguna vez acerca del examen de paternidad? Se aplica cuando se quiere saber si el hombre es el padre de una criatura. Se toman muestras de sangre del padre y del niño. Si el ADN concuerda, es su hijo. En caso contrario, independientemente de lo mucho que se parezcan en el cabello o en los ojos, no es su hijo. Podemos venir a la iglesia, pero si el Espíritu Santo no ha descendido sobre nosotros y no nos ha dotado de ese "código genético", que nos hace pensar, actuar, caminar y hablar como Jesús, no somos sus hijos. Medita en este pensamiento de Elena G de White: «En humildad ellos se sometieron al Espíritu Santo; ellos fueron transformados a la plenitud de lo divino». Recuerda hoy el gran deseo divino: «Hijitos míos [...], que Cristo sea formado vosotros» (Gal. 4:19).

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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