lunes, 8 de marzo de 2010

CONFÍA EN SUS PROMESAS

Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ! Y si perezco, que perezca! Ester 4:16.

Era un día común y corriente en la ciudad de Guayaramerín, Bolivia. Como era la época de las lluvias, Rúan Swanepoel, había aprovechado la mañana soleada para realizar los últimos trámites de la residencia migratoria para él y ocho de los misioneros que trabajaban en una escuela secundaria con internado ubicada a treinta kilómetros de esa ciudad. El trámite consistía en llevar a un agente de policía al internado para comprobar el domicilio de los misioneros y llenar los papeles correspondientes. Rúan estaba agradecido de que no lloviera, ya que tenían que viajar en motocicleta.
El primer milagro fue descubrir que los nueve tenían documentos le-galizados para ese trámite. Agradecido, Rúan recogió al agente de policía y emprendieron el viaje. No habían avanzado mucho cuando vieron que se aproximaba un fuerte aguacero. Ante la situación, el policía le recomendó regresar a la ciudad e intentarlo otro día.

Rúan no tenía opción. Si no alcanzaba a cumplir con el trámite aquel mismo día, los misioneros tendrían que pagar una multa o abandonar el país. Había que tomar una decisión. A Rúan no se le ocurrió otra cosa sino orar con el policía y pedir un milagro. Pero ¿que podía pasar si Dios decidía no hace nada? Su fe pendía de un hilo y su credibilidad se hallaba en juego. Decidió arriesgarse e invitó al uniformado a orar. El hombre lo miraba con incredulidad pero en silencio.
Así avanzaron, la lluvia se veía cada vez más cerca formando una impresionante cortina frente a ellos. Empezaron a sentir gotas. De pronto, en el cielo apareció un pequeño claro azul entre las nubes negras, y empezó a moverse mientras ellos avanzaban. Justo al pasar por la lluvia el claro quedó sobre ellos y pasaron sin mojarse. ¿Cuántas veces Dios no hace grandes milagros porque nosotros no estamos dispuestos a confiar en sus promesas? Arriésgate hoy por Cristo. Y puedas decir con confianza: «Y si perezco, que perezca».

«Para hacer nuestra la gracia de Dios, debemos desempeñar nuestra parte». MJ 145.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

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