jueves, 4 de marzo de 2010

CRISTO RECIBIÓ EL CARGO

Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios (2 Corintios 5: 21).

La quinta característica de la justificación es que está basada en lo que Cristo hizo. He dicho que la justificación es imputada, es decir, acreditada. Se nos acredita a nuestra cuenta algo que no es nuestro. Este vocablo, dijimos, viene del mundo de los negocios. Siguiendo con esa imagen de las finanzas, diríamos que cuando algo se acredita a alguien tiene que haber un cargo correspondiente, a fin de balancear las cuentas. No sería justo que algo se acreditara a alguien sin que hubiera un cargo al respecto. Diríamos que ha habido una estafa, un mal manejo de las cuentas.
A nosotros, de acuerdo a la teología del Nuevo Testamento, se nos acreditó la justicia. Dios nos declaró justos y nos atribuyó justicia. Recibimos un crédito. ¿A quién se le cargó? Para que Dios sea un juez justo, tiene que haber un cargo correspondiente; de otro modo, Dios no sería justo.
Decíamos anteriormente que cuando Dios trató con el pecado, no lo hizo con el principio de borrón y cuenta nueva. No le dio una palmadita en el hombro a Adán y le dijo: «No te preocupes, aquí no ha pasado nada». De ninguna manera. De acuerdo a la justicia divina, el pecador debe morir. La Biblia lo dice claro: «Porque la paga del pecado es muerte» (Rom. 6: 23). Pero Dios tuvo compasión de los seres humanos porque el pecado se originó por un engaño. Dios nos dio otra oportunidad, pero para ser justo debía castigar el pecado. El Señor encontró la manera de darnos otra oportunidad sin violar su justicia. Su Hijo sería condenado por el pecado de la humanidad, y moriría en lugar del ser humano.
En otras palabras, y siguiendo con la imagen del mundo de los negocios, Cristo recibió el cargo que correspondía a nuestro crédito. A nosotros se nos atribuyó justicia, y a Cristo se le atribuyó el pecado con el castigo consiguiente. Cristo llevó nuestro castigo y sufrió la muerte que nos correspondía sufrir a los seres humanos. Como dice el profeta: «Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados» (Isa. 53: 5).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos

“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

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