miércoles, 19 de enero de 2011

EL PADRE QUE ESPERÓ

Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Lucas 15:20.

Por lo general, la mayoría de los adolescentes y jóvenes anhela vivir sin tomar en cuenta los consejos y las indicaciones de sus padres. Este deseo de actuar independientemente, en algunos casos los lleva a conductas que producen dolor y tristeza en sus padres.
Ese fue el caso de una madre de dos hijos jóvenes, quien llegó a mi oficina pidiendo auxilio porque veía que ellos se le "estaban yendo de las manos". Estos muchachos habían comenzando a incursionar por el terreno de la música rock y las drogas, y aunque ellos negaban la segunda parte, sus compañeros y amistades cercanas lo afirmaban. Habían formado una banda musical, poco a poco estaban dejando a un lado las responsabilidades hogareñas y el estudio, y se estaban entregando de lleno a los ensayos y prácticas. Como toda madre cristiana, ella veía que estos intereses los apartaban cada vez más de Dios, y por eso me pedía que hablara con sus muchachos para ver si entraban en razón y veían el daño que se estaban haciendo.
De igual manera debe haber sufrido el padre cuando su hijo pidió parte de la herencia y decidió gastarla en placeres y diversiones. No procuró retenerlo por la fuerza, no intentó hacerlo entrar en razón para que viera que estaba por cometer una locura; simplemente accedió al pedido de su hijo. Ese padre de amor no perdía las esperanzas de que su muchacho volviera a casa. Cada día, desde la puerta de su hogar, miraba hacia el horizonte esperando ver su silueta; su ausencia le dolía tanto como si estuviera muerto o perdido (Luc. 15:24).
El padre esperó contra toda esperanza; esperó aunque su hijo estuviera perdido o fallecido; esperó aunque todos en casa ya no lo hicieran; esperó porque amaba a su hijo.
Ese padre representa al Padre celestial, al Padre de las luces, al Padre de todos los humanos, al Padre nuestro. Ese Padre sigue doliéndose cuando sus hijos se apartan de sus caminos para hacer su propia vida, sigue angustiándose cuando se ve que usan sus bendiciones para malgastarlas en placeres que no conducen a nada, sigue afligiéndose cada vez que sus hijos renuncian a su casa para vivir perdidos. Pero ese Padre también espera; espera porque no pierde las esperanzas de que sus hijos vuelvan, espera porque cree en el arrepentimiento genuino, espera porque está dispuesto a perdonar, porque ama infinitamente.
En este día ese Padre te llama y te dice: "Hijo, ven a casa y no te vayas nunca más”

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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