miércoles, 20 de abril de 2011

ARREPENTIMIENTO VERDADERO

Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento. Mateo 3:8.

La predicación de Juan el Bautista fue una constante invitación al pueblo para que se arrepintiera de sus pecados. Ese arrepentimiento, como todo aquel que es producido por el Espíritu Santo, no llegaría solo, sino que los frutos se verían en sus vidas como muestra de autenticidad.
¿Qué es el arrepentimiento? En primer lugar es el dolor por haber cometido una falta. Es ese sentimiento que oprime el pecho y que acusa la conciencia, donde se desea fuertemente volver el tiempo atrás para cambiar lo hechos realizados. En segundo lugar, también involucra la firme decisión de arreglar el mal cometido y de no volver a caer en el mismo error.
En las Escrituras encontramos a algunos hombres de Dios que experimentaron el verdadero arrepentimiento después de haber cometido faltas gravísimas. El rey David fue uno de ellos. Luego de haber caído en adulterio con Betsabe, procure ocultar su pecado matando al esposo de esta, y trayendo a la hermosa viuda a su palacio. Si el profeta Natán no hubiera denunciado el hecho, quizá nunca se habría descubierto la maldad.
Pero luego que el profeta confronto a David, el rey reconoció su tremendo pecado. Sintió que "sus huesos se envejecieron" y que su juventud se tornaba en vejez (Sal. 32:3, 4). Estaba encorvado y humillado, y un luto lo apesadumbraba "todo el día". Se sentía débil, "molido", no tenía paz en su corazón y hasta sus amigos lo habían abandonado (Sal. 38:6-8, 11).
Para recuperar las ganas de vivir, David anhelaba que Dios le quitara la culpa y lo limpiara por completo. No excuso su error, ni tampoco lo minimice; simplemente acudió al único que podía darle sanidad espiritual.
Este tipo de arrepentimiento como el que experimento David "está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo" (El camino a Cristo, p. 23). Y no podía ser de otra manera, porque los seres humanos sin Dios estamos perdidos, muertos "en delitos y pecados" (Efe. 2:1), pero la gracia sustentadora de Jesús va mas allá y pone a nuestro alcance la vida eterna. Su Santo Espíritu es el que opera en nuestra conciencia, nos produce tristeza por el pecado cometido y nos anima a tomar la firme decisión de no volver a caer.
Acepta hoy la invitación de ir al Señor, y el pondrá en tu corazón los sentimientos y las decisiones que te impulsen a la salvación.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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