jueves, 26 de mayo de 2011

UN MILAGRO INSUPERABLE

En esto se le acercó un leproso y se postro ante él, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme. (Mateo 8:2).
En la actualidad las más terribles enfermedades son tratadas medicamente de tal manera que se evite al paciente cualquier dolor excesivo, pero en los tiempos bíblicos no era así. Las personas que padecían lepra no solo eran consideradas muertos en vida, sino que la crueldad con que eran tratadas dificultaba sus ya difíciles vidas, atormentándolas con la humillación, el desprecio y la acusación. A ese escenario aterrador llego Jesús, quien no solo resultaba ser el gran Medico, sino también el restaurador de las heridas más profundas que abaten los corazones tocados por el pecado.
Ante ese gran Medico llego este leproso, quien no solo acudía a él para recibir la sanidad física, ya que sus palabras “si quieres puedes limpiarme” expresaban la necesidad imperiosa de una purificación total, especialmente del alma.
Escucha lo que dice el poeta: «Andaba el buen Jesús por un camino, / de sus largas jornadas por el mundo / y era entrada la noche cuando vino / a postrarse a sus pies un vagabundo».
En estos tiempos que corren de aparente luz y progreso, Jesús recorre cada rincón del planeta buscando a esas personas que, entrada la noche espiritual, caminan por las calles como vagabundos.
«Ten piedad de mis llagas miserable, / tu que llevas el bien por do caminas. / Tócalas con tus manos admirables / que convierten en rosas las espinas».
¿Te sientes desesperada por las llagas que cubren tu vida?, ¿Constituye el rechazo una herida mortal para ti? Tal vez, como le sucedía a aquel sentenciado a muerte, la llaga del pecado cubre tu vida cual lepra mortífera que te lleva a recibir solamente el desprecio y el rechazo del mundo. Si es así, no olvides que aquel hombre encontró solución en el mismo lugar y con la misma persona que tienes a tu disposición: Jesús. El Señor lo recibió, y no lo censuró. No lo rechazo ni le dijo que arreglara su vida antes de acudir a él. A los pies de Jesús, el leproso encontró el restablecimiento de su alma encadenada. Hay también para ti un lugar a los pies de Jesús.
Jesús es la única solución para la lepra mortal del pecado.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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