lunes, 12 de septiembre de 2011

MUCHOS POR UNO

Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Hechos 12:5.

Uno de los grandes pilares de la iglesia había caído. El apóstol Santiago, hermano de Juan y uno de los testigos presenciales de los poderosos milagros de Cristo, había muerto como mártir en manos del rey Heredes. A la iglesia le parecía un vacío muy difícil de llenar, y antes de reponerse de esta terrible pérdida, llegó a su conocimiento otra noticia devastadora: Pedro estaba en la cárcel.
Parecía imposible, pero esa era la triste realidad. El apóstol portavoz de la iglesia, que tan valientemente había defendido la causa del evangelio ante concilios y prelados, ahora se encontraba silenciado en la oscura mazmorra del palacio de Herodes. Fue de conocimiento público que el rey mataría también a este apóstol después de la Pascua.
A pesar de que todas las esperanzas parecían perdidas, porque los cristianos no tenían influencia política ni dinero como para rescatar a Pedro, "la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él". Muchos de esos cristianos sinceros, sabiendo el perjuicio que sufriría la causa de Cristo en la tierra si moría el apóstol, iniciaron una cadena de oración por su vida.
El día anterior a la ejecución, el Padre de amor que está en el cielo escuchó las plegarias que muchos hicieron por Pedro, y un poderoso ángel descendió y lo liberó de la prisión. Las pesadas cadenas, la multitud de soldados, las gruesas paredes y las enormes puertas no pudieron detener a aquel que por orden divina obtuvo la libertad.
En nuestros días, estos milagros parecen un cuento de hadas. Pero más allá de la incredulidad reinante, el mismo Dios que liberó al apóstol Pedro puede actuar hoy si dedicamos tiempo a la oración. El enemigo pudo apresar, amenazar y mostrar un futuro sombrío, pero no pudo impedir que esos cristianos indefensos oraran por la liberación de su apóstol.
En la actualidad, el futuro puede parecer incierto y los problemas pueden inundarnos. Pero así como la iglesia primitiva oró por Pedro, también hoy la oración de muchos puede ser escuchada. La falta de fe, de salud, de trabajo o de algún bien, no debiera asustar a nadie, porque el Padre de las luces tiene mil recursos dispuestos para darles a los hijos que se animan a orar.
Si quieres ver los mismos milagros que se hicieron en tiempos de Pedro, recurre en oración a Dios con tu iglesia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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