viernes, 30 de septiembre de 2011

RUEGOS EN LA ORACIÓN

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Romanos 8:26.

En esta última meditación sobre la oración deseo hablar contigo acerca de la intercesión del Espíritu Santo ante el Padre. Esto es lo que hace que tus ruegos sean escuchados y respondidos.
En estos seis mil años de pecado que la humanidad lleva sobres sus hombros, la brecha de separación entre Dios y el hombre ha sido cada vez más grande. El ser humano que se exhibe hoy como bueno, respetable y compasivo dista muchísimo de estar a la altura inmaculada y sublime del Creador. Tristemente, la huella profunda del pecado borró gran parte de la imagen divina que Dios había colocado en el hombre.
Todo lo que el ser humano realiza, incluso la oración, también ha sufrido la impronta pecaminosa. Entonces surge la pregunta: ¿Cómo debo orar para que la oración sea aceptada por Dios? ¿Qué se le debe pedir, y cómo hacerlo? Si el pecado ha producido hasta el presente una distancia terrible entre el hombre y su Creador, ¿cómo debemos expresarnos para llegar hasta su trono sublime? A estas preguntas, Pablo declara: "No lo sabemos", porque es imposible para el hombre expresarse con esa santidad que le falta por haber caído.
Pero lo que es imposible para el hombre es posible para Dios. El Espíritu de verdad, el Consolador de Juan 16, realiza esta tarea irrealizable para el hombre e "intercede por nosotros con gemidos indecibles". Imagínate a un hombre que ora para que su esposa recupere la salud, piensa en un amigo que ora por otro para que se entregue a Cristo, visualiza a un hijo que ora para que su padre tenga trabajo. No es necesario expresarse perfectamente, porque el Espíritu Santo "intercede por nosotros" ante el Padre para que las plegarias sean oídas y respondidas.
Es común orar por las necesidades inmediatas de la vida. Es normal pedirle a Dios por la familia, por el estudio, por algún amigo o quizá por la persona que nos quita el aliento. Generalmente oramos por cosas perecederas que nos ayudan a vivir mejor en esta tierra. Pero, ¿por qué no orar para que el Espíritu Santo nos eleve en santidad? ¿Por qué no comenzar hoy a fijar la vista en las cosas invisibles, duraderas y santas, y desearlas para que sean parte de nuestra vida? El Espíritu Santo quiere ayudarte si tú se lo permites.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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