viernes, 18 de noviembre de 2011

LOS EFECTOS DEL VICIO DE REGAÑAR

Gotera continua en tiempo de lluvia y mujer pendenciera, son semejantes: pretender contenerla es como querer refrenar el viento o retener el aceite en la mano derecha. (Proverbios 27:15,16).

Dale Carnegie, en su libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, habla de los electos que el vicio de regañar tiene sobre las personas. Especialmente en el hogar los resultados de esta actitud tan negativa son absolutamente devastadores. Tres famosas figuras de la historia: Napoleón III de Francia, León Tolstoi y Abraham Lincoln, fueron infelices en sus matrimonios por culpa del hábito de sus esposas de perseguirlos con sus críticas y quejas constantes. Nunca encontraban nada bueno en ellos que alabar, por eso ellos procuraban pasar la mayor parte del tiempo lejos de sus esposas. ¡Huían de sus propios hogares! Qué cosa tan triste. Napoleón lll se casó con la mujer más hermosa de su época, Eugenia de Montijo, pero toda aquella aparente hermosura y atractivo que conquistaron a su esposo a primera vista no sirvieron para retenerlo mucho tiempo. Su lengua y su actitud lo ahuyentaban.
Nuestras familias no están libres de sufrir un vendaval de quejas y regaños. Como esposas nos agobiamos mucho por causa de las presiones sociales, religiosas y familiares que sentimos sobre nosotras. Queremos responder a muchas expectativas ajenas y propias, queremos que todo esté en orden y bajo control, y que nuestros esposos dediquen tiempo al hogar, que sean cariñosos y tiernos. Aunque en realidad estas son nobles aspiraciones, debemos velar por la forma en que luchamos para obtenerlas. Lo más fácil es pelear, regañar, quejarse, pero así no se obtienen los mejores resultados. Quizás tengamos lo que queremos, pero el precio que tendremos que pagar será demasiado alto y las consecuencias devastadoras. Nuestros esposos evitarán llegar a casa para no sufrir nuestras quejas y regaños, y los estaremos empujando a las garras del enemigo, quien no perderá la oportunidad para satisfacer de otra manera sus carencias afectivas.
Seamos lluvia refrescante, no gotera continua. La lluvia suaviza el terreno más áspero, pero la gotera solo destruye. La crítica y el regaño son actitudes negativas que no logran sino destruir.
Cobija bajo tu lluvia refrescante el corazón sediento de aquel que amas.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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