jueves, 24 de marzo de 2011

EXPERIENCIA DE VIDA

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre. Proverbios 1:8.

¿Consideras a tus padres algo viejos y fuera de época? ¿Crees que ellos no te pueden aconsejar sobre la elección del amor de tu vida? ¿Crees que sus tiempos fueron distintos a los tuyos y que no vale mucho su ayuda? Si piensas de esta manera, te pareces mucho a mí, porque en algún momento de mi adolescencia y juventud yo también llegué a pensar de esa forma.
Pero, más allá de lo que pienses sobre tus progenitores, quiero contarte parte de la historia de Mónica. Tenía dos hermanos varones, pero ella era la hija menor, y como ocurre en muchos hogares, por ser la menor, sus padres siempre la consintieron en sus caprichos. Creció, y aunque sus hermanos la cuidaban y la defendían cuando hacía falta, los consejos de ellos y de sus padres le parecían ridículos. Después de todo ¿no era lo suficientemente inteligente como para saber qué caminos tomar en la vida?
En el segundo año de la universidad conoció a un joven que provenía de una familia adinerada, y después de un año de noviazgo decidió casarse. Padres y hermanos lucharon para que no lo hiciera, le mostraron los errores de carácter, los malos hábitos y los aspectos tristes de la personalidad del futuro esposo, pero para Mónica su sentido común y su inteligencia le bastaban para darse cuenta de todo. Todos en su familia le rogaron que no se casara, pero lo hizo de todas maneras.
A las pocas semanas se dio cuenta del error que no había sabido ver. Ella era la que trabajaba en su hogar, porque su esposo navegaba en Internet hasta las cuatro o cinco de la mañana y al otro día estaba cansado para ir a buscar trabajo. Se peleaban, se insultaban constantemente y todo el idilio del noviazgo había desaparecido. A todo esto, y como si fuera poco, antes del año de matrimonio, y cuando ya estaban planeado el divorcio, Mónica quedó embarazada.
Con cuánta sabiduría Salomón expresó: "Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre", porque los padres que aman realmente a sus hijos jamás les aconsejarán algo para perjudicarlos. Ellos pueden haber vivido en otra época, puede faltarles información o la memoria, pero su experiencia de vida los capacita para dar instrucciones muy valiosas. A la hora de elegir al amor de tu vida, además de consultar a Dios en oración, permítele a tus padres que se expresen libremente, quizá puedan ahorrarte disgustos futuros para tu bien.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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