martes, 10 de enero de 2012

DIOS NO HA OLVIDADO

«El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9).

A las 9:02 de la mañana del 19 de abril de 1995, un furgón de alquiler cargado con aproximadamente 2,300 kilos de fertilizante de nitrato de amonio, nitrometano y gasóleo estalló frente al edificio federal Alfred P. Murrah, en la ciudad de Oklahoma. Además de oficinas, el edificio también albergaba una guardería para los hijos de los empleados. Como resultado de la tremenda explosión, murieron 168 personas, de las cuales 19 eran niños. Más de ochocientas personas resultaron heridas. Años después, en el lugar se erigió un monumento en memoria de las víctimas.
Un año me invitaron a participar como orador en la asamblea de Oklahoma. Durante la semana, en uno de los intervalos de tiempo libre entre reuniones, un pastor me llevó a ver el monumento. La visita me causó una profunda impresión que aún perdura.
Entré en el monumento por una puerta en la que está grabado: «9:01». Allí donde una vez se levantaba el edificio ahora se extiende una explanada cubierta de hierba sobre la que hay 168 sillas de bronce y vidrio que se iluminan tras la puesta del sol. La calle que estaba enfrente del edificio ahora está cubierta por una lámina de agua que refleja el entorno. Salí del monumento a través de otra puerta en la que se lee: «9:03». La catástrofe tuvo lugar exactamente a las 9:02 de la mañana.
Mientras me alejaba, tenía los ojos bañados de lágrimas. Me di cuenta de que la destrucción de los impíos mostrará al universo que Dios no olvida los terribles actos que cometieron. Se hará justicia.
Los que se pierdan serán los que habrán rechazado salvarse. Habrán persistido en sus malos caminos. Quien, en su corazón, ha aceptado el don del arrepentimiento y desea ser salvo, se salvará por la gracia de Dios; incluso los hombres que fueron responsables de esa terrible explosión.
Nadie dejará de entrar al cielo por un centímetro, sino por varios kilómetros. Nuestro Dios es un Dios de misericordia y de salvación. «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9). «¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Heb. 2: 3). (Basado en Mateo 4: 19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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