lunes, 23 de enero de 2012

¿SIEMPRE TIENE HAMBRE?

«Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13)

En las regiones donde los inviernos son fríos, algunos animales hibernan; es decir, pasan el invierno durmiendo. Durante el otoño los animales que hibernan comen más de lo habitual. De ese modo, sus cuerpos se alimentarán de la grasa acumulada y podrán «dormir» durante los meses invernales.
Pero los que tienen hambre y sed de justicia no hibernan. Comen el pan de vida en primavera, en verano, en otoño y en invierno. De hecho, cada día tienen hambre y sed de justicia. Pero tienen la promesa de que serán saciados (Mat. 5:6). Alguien puede decir: «Cuando estoy lleno ya no necesito más». Es verdad, si se es un oso. Pero un cristiano solo se alimenta de pan de vida fresco y de agua de vida que necesitan ser renovados a diario.
Verá, así como es preciso que tengamos hambre.se cada día porque, de lo contrario, acabaríamos muriendo, para que nuestra vida espiritual no muera es necesario que cada día tengamos hambre y sed de justicia.
A diferencia de los osos, que engordan para pasar el largo invierno, no podemos acumular experiencia espiritual para luego echarnos a dormir. Si no comemos, nos debilitamos y, finalmente morimos.
Cuando mi esposa y yo éramos misioneros en Pakistán, vivíamos en la Escuela Adventista de Pakistán, que se encontraba en el campo, a unos sesenta kilómetros de Labore. El lugar era excelente para criar a nuestros hijos. Teníamos un huerto y nuestro propio gallinero. Un día vi que una de las gallinas no comía; sencillamente, estaba quieta. La cosa continuó así durante varios días. Sabía que algo andaba mal, porque las gallinas sanas pasan el tiempo comiendo y rascando el suelo en busca de lombrices. Efectivamente, al cabo de un tiempo murió por causas desconocidas.
¿Es a la vez un glotón y un amante de la dieta? ¿Un día tiene hambre y sed de vivir una vida santa y al siguiente se olvida de ello? Si no nos alimentamos espiritualmente cada día corremos el riesgo de perder la apetencia por las cosas de Dios. Empezar el día con Jesús es nuestro desayuno espiritual. A algunos no les gusta desayunar; pero comenzar cada día con Dios es indispensable para el crecimiento espiritual.
Aliméntese, sáciese. No hiberne. (Basado en Mateo 5:6)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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