lunes, 20 de febrero de 2012

¿DULCES O SALADAS?

Del mismo modo, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. (Santiago 3:12).

Las mujeres nos sentimos identificadas unas con otras por algunas de las cualidades que compartirnos. De igual modo nos señalan por ciertos defectos que, aunque suene increíble, algunas se sienten orgullosas de poseer. Uno de ellos, bastante común por cierto, es la práctica de exhibir un «estandarte de pobreza». Esa es una es una especie de bandera que algunas no dudan en ondear cada vez que surge la oportunidad de relatar lo injusta que la vida ha sido con ellas, lo mal que las ha tratado, lo enfermas que han estado, o lo mucho que han sufrido. La lista no tiene fin. Actuar de acuerdo con esos pensamientos de autocompasión es como escudarse en ellos para quejarse, motivadas por el pecado de la ingratitud.
Amigas mías, debemos ser congruentes. No podemos hablar del poder de Dios mientras abrigamos pensamientos de victimismo y derrota. No debemos hablar de una vida victoriosa en Jesús, mientras navegamos ondeando la bandera de «Pobre de mí». ¡La vida es tan corta y Dios nos ha dado tanto que disfrutar! Contemplemos el brillo de las estrellas aún en la noche más oscura. Notemos lo hermoso y esperanzador que es ver salir el sol cada mañana. Agradezcamos al Señor aun en medio de la tempestad. Recordemos que no nos toca representar el papel de lloronas. El Señor Jesús no se lamentó de su suerte, ni se quejaba por todo lo que tenía que hacer a favor de un mundo desagradecido. ¿Cómo lograba mantener una actitud positiva? Es que lo hacía todo por amor a nosotros y para enseñarnos la forma en que debemos vivir aquí en la tierra. Él conocía el impacto de su testimonio. ¿Somos conscientes del impacto del nuestro?
Decidamos hoy el tipo de fuente que deseamos ser, o que agua ofreceremos al mundo. Ojalá que seamos como el agua refrescante, que brota en tierra seca y estéril, que hace florecer el desierto y fluye para dar vida a los que perecen, es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma» (Patriarcas y Profetas, cap. 37, pp. 388-389).

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Zurísaday Zazueta Norsagaray

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