lunes, 7 de mayo de 2012

¡LO QUE HACE DIOS!


El hombre mira lo que está ante sus ojos, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7 NRV2000

¿Te ha pasado alguna vez que, sobre la base de las apariencias, juzgaste mal a una persona, para luego comprobar que te habías equivocado? El relato bíblico de la prostituta que creía en Dios nos recuerda que nosotros solo vemos lo que está ante nuestros ojos, «pero el Señor mira el corazón», razón por la cual tenernos que ser cuidadosos a la hora de juzgar a la gente.
Recordemos la historia. Moisés ha muerto y Josué, el nuevo líder, envía a dos espías para que reconozcan la tierra de Jericó y le traigan un informe.  Durante el cumplimiento de su misión, los dos espías se hospedan en el hogar de una prostituta llamada Rahab, que les dice: «Sabemos que cuando ustedes salieron de Egipto, Dios secó el agua del Mar Rojo para que ustedes lo pasaran.  También sabemos que ustedes aniquilaron por completo a Sehón y a Og, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del río Jordán» (Jos. 2:10).
¿Imaginas la sorpresa de los espías al escuchar estas palabras? Y, sobre todo, cuando Rahab les dice: «Es tanto el miedo que nos ha dado al saberlo que nadie se atreve a enfrentarse con ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra» (vers. 11).
¡Qué cosa tan asombrosa! ¡Una prostituta pagana expresándose así del Dios verdadero! Si los israelitas pensaban que Dios era «su propiedad», estaban muy equivocados. Nuestro Padre celestial tiene hijos en todas partes; a veces entre quienes menos lo imaginamos.
Ya conoces el resto de la historia. Rahab se casó con Salmón. De esa unión nació Booz, quien se casó con Ruth, la moabita. De su unión nació Obed, el padre de Isaí, quien fue el padre del rey David... y de la descendencia de David nació Jesús, nuestro Salvador. ¡Sencillamente increíble!
Definitivamente, el amor de Dios no conoce límites. Después de leer esta historia, no me atrevo a considerar a ninguna persona como indigna. Donde yo veo fracaso, Dios ve posibilidades. Donde veo perdición, él ve oportunidades de salvación.  ¿Tú qué piensas? ¿No te parece que Dios es...maravilloso?
Señor, capacítame para ver en cada ser humano a un hijo tuyo, no importa lo que digan las apariencias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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