lunes, 25 de junio de 2012

NADA SE DESPERDICIA


Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Lucas 6:38).

Cuando escogió a los doce discípulos, Jesús entregó a Judas el poco dinero que recaudaban. De vez en cuando los seguidores agradecidos entregaban dinero a los discípulos y todo lo que se recogía se guardaba en una bolsa que llevaba Judas.  En ocasiones, con esos fondos compraban comida para sí mismos y en otras los usaban para aliviar el sufrimiento de los pobres y los hambrientos. Aunque nunca fue mucho, a veces Judas echaba mano de algún dinero para su uso personal. Como Simón, era otro que vivía una doble vida. Los otros discípulos admiraban a Judas por su buen aspecto y su educación. Pero, desde el principio, Jesús sabía qué clase de persona era y, a pesar de todo, trabajó con él durante tres años, dedicándole un tiempo especial, con la esperanza de que en su corazón se produjera un cambio que nunca llegó.
A Judas le gustaban los placeres de la vida y, sin iluda alguna, mientras andaba con los discípulos, los echaba de menos. De inmediato reconoció que no se trataba de un perfume común, sino de uno muy  caro, el mejor.  Judas fue el primero que susurro con la fuerza necesaria para que todos lo oyeran: «¿Qué propósito tiene este derroche? Ese ungüento se podría haber vendido a buen precio y dar el producto de la venta a los pobres». Si se hubiera vendido el perfume y el dinero hubiera sido dado a los discípulos con toda seguridad, una buena cantidad habría ido a parar directamente al bolsillo de Judas.
La pregunta fue pasando de mesa en mesa: «¿Por qué se habrá gastado tanto dinero?». Aquí se revela el hecho de que los asistentes de la fiesta no conocían el corazón de María. Quizá conocían las ideas, pero no el corazón. Juzgaban las acciones sin comprender los motivos. Ellos interpretaron la extravagancia de María como despilfarro, mientras que Jesús la aceptó como prueba de amor abundante. No digamos que los demás hacen demasiado porque hagan más que nosotros mismos. En su lugar, tendríamos que esforzarnos para intentar igualarlos.
Con la queja por el regalo de María mostraban falta de respeto por Jesús.  Eran bastante audaces como para decir públicamente que un regalo tan precioso como aquel se malgastaba con Jesús. ¿Se lo imagina? Nada de lo que se da a Jesús se despilfarra: ni el dinero, ni el tiempo, ni los talentos, nada. Basado en Mateo 26: 6-13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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