lunes, 25 de junio de 2012

EL MILAGRO


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10).

Durante años he tenido que enfrentar muchos problemas económicos, ya que he criado a mis hijos sin ayuda. En cierta ocasión cobré el salario de una quincena, pero el dinero no me alcanzaba para cumplir con todos mis compromisos. Aquel día me mantuve sacando cuentas en mis momentos libres, tratando de estirar el más mínimo centavo.
A media mañana recibí una llamada telefónica. Era una de mis tías, quien me informó de que un primo había tenido un accidente. Le indiqué que durante mi hora de almuerzo iría a verlo al hospital donde lo habían ingresado. Salí a hacer la visita prometida, pero por el camino iba pensando en el dinero que me faltaba. De pronto recordé que Dos había obrado en otras ocasiones de forma maravillosa, demostrándome que él se preocupaba por mí. Así que le dije en voz alta: «Señor, tantas veces me has dicho que te lleve mis preocupaciones a ti... Pues desde este momento pongo en tus manos el problema que tengo. No sé cómo lo vas hacer, pero confío en ti y no me voy a preocupar más». Estuve unos minutos con mi primo y luego regresé al trabajo. Cuando llegué, había un matrimonio esperándome. Les indiqué que iría a anotar mi entrada en el reloj designado. Para sorpresa mía ellos me siguieron. El caballero me dijo: «Hemos venido a traerte algo». Y sin mediar palabra, me entregó un fajo de billetes. Les pregunté asombrada qué era aquello y me contestaron que Dios los había bendecido y que se habían sentido impresionados a ayudarme-, pensando que yo necesitaba algo de dinero. Acto seguido se marcharon.
Muy nerviosa entré al salón de empleados y conté el dinero. ¡Era precisamente la suma que me faltaba! Comencé a llorar de emoción y agradecimiento. Le di las gracias al Señor y entendí cuan real es su presencia.
Amada hermana, si acaso abrigas dudas respecto a que el Señor te escuche, quiero decirte que lo hace, y que te ayudará sin importar el problema que tengas. Llévale todas tus preocupaciones y verás las grandes cosas que está dispuesto a hacer por ti.
Te agradezco, Señor, porque eres un ser real y porque has atendido cada una de mis necesidades, supliendo siempre todo que me hace falta.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Adelaida Rivera de Jesús.

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