jueves, 30 de agosto de 2012

EL PODER DE UNA PALABRA


Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará (Mateo 8:8).

Un sábado, tras una semana de muchos contratiempos, llegué a la iglesia y me senté en una clase de Escuela Sabática que no era la mía habitual, con el fin de pasar desapercibida. Sin embargo, me sorprendió que la maestra de aquella clase estuviera hablando precisamente sobre el efecto que pueden tener nuestras palabras. Luego invitó a los presentes a participar en la discusión. De repente, una hermana se levantó, me miró y dijo: «Yo tomé mi decisión de bautizarme al escucharte decir "brilla para Jesús"».
¡Qué impresión me causaron aquellas palabras, precisamente en el momento en que yo las necesitaba! Por un instante olvidé mis preocupaciones y tristezas. Puse a un lado el recuerdo de la «terrible semana» que había tenido, y sentí el bálsamo de la reconfortante voz de aquella hermana. Ella me hizo recordar que Jesús me había utilizado y que en ese momento Jesús estaba junto a mí iluminando mi vida. Sentí que no me encontraba sola con mis dificultades.
Una sencilla palabra puede tener una influencia positiva o una negativa para quien la escucha. Todo eso me lleva a pensar en la maravillosa oportunidad que tenemos de proferir palabras amables, de vida, de esperanza, de ánimo. ¡Qué sorpresa recibiremos al llegar a la eternidad y darnos cuenta de que unas sencillas palabras contribuyeron a la salvación de alguien!
«Ojalá nos comprometiéramos en nuestros corazones a no pronunciar una sola palabra contra un hermano o una hermana. Recordad que ellos también son tentados, y quizá con más fuerza que vosotros, y si refrenáis vuestra lengua como con un freno, entonces demostraréis que unáis a Dios. [...] Los que están verdaderamente más descarriados, tienen la más grande necesidad de vuestra ayuda. No murmuréis respecto a ellos ni señaléis sus defectos, sino acercaos a ellos en el amor de Jesús y en el señor de la verdad y procurad ayudarlos» (En los lugares celetiales, p. 291).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Anónimo

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