domingo, 5 de agosto de 2012

UNA ORACIÓN CONTESTADA


Gustad y ved que es bueno Jehová ¡Bienaventurado el hombre que confía en él! (Salmo 34: 8)

Había completado cuatro ciclos de quimioterapia y únicamente me faltaba recuperarme del tratamiento para luego ser sometida a una mastectomía. El cirujano indicó que esperaríamos dos semanas y que entonces se realizaría la misma. Cuando hablé con el oncólogo para saber cuántos tratamientos de quimioterapia me aplicarían después de la operación, él sonrió y dijo: «Si todo en la operación sale bien; si el cáncer no se ha ramificado y los ganglios están limpios, solo te aplicaremos dos ciclos más». Me sentí feliz y desde aquel momento comencé a orar pidiéndole a Dios que hiciera un milagro.
Todavía recuerdo que antes de la operación acudieron familiares, amigos y hermanos para darme ánimo, haciéndome reír; aunque por dentro estaba muy nerviosa. Ya en la sala de cirugía hablé con Dios: «Señor, perdona mis pecados». Sabía que estaba en sus manos. Una vez que durmiera por el efecto de la anestesia no podría asegurar que despertaría, por lo que me entregué a Jesús.
Cuando desperté ya todo había terminado. La cirugía había durado alrededor de tres horas y al final me llevaron de vuelta a mi habitación. Supe que todos estaban muy contentos con los resultados, ya que el tumor no se había extendido y los ganglios estaban completamente limpios. ¡Alabado sea el nombre de Dios! Para él nada es imposible. Le dije a mi hermana: «¿Te das cuenta de que Dios me ama?». Podía decir, como el salmista: «Gustad y ved que es bueno Jehová».
¿Has tenido el privilegio de ver una oración contestada? ¿Has probado el sabor a cielo que nos embarga? Dios me dio mucho más de lo que le pedí, como prometió en su Palabra. He descubierto que la oración fortalece nuestros vínculos con Dios. Mediante la misma nos conectamos con la sabiduría y el poder divino y nuestra voluntad se une a la voluntad de Dios. Eso significa que nuestros pensamientos son transformados. Podremos decir con Pablo: «Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí» (Gal. 2:20).
Querida hermana, Jesús es tu fiel amigo, no hay nadie como él. Acepta que él tiene un propósito para tu vida ¡Acepta que su poder restaurador se extiende a todo aquel que decida creer!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana Lucía de Borthomer 

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