jueves, 1 de noviembre de 2012

UN DESQUITE



La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor. (Proverbios 15:1).

Se afirma que las mascotas que son tratadas como un miembro más de la familia tienen la tendencia a adquirir las mismas actitudes de sus dueños. La experiencia de Mambo da fe de ello.
Mambo era un perro que a veces mostraba comportamientos que su dueña no aceptaba del todo, y con razón más que justificada. Cuando lo disciplinaban salía corriendo muy molesto de la casa y se dirigía directamente hacia donde estaban las gallinas. Entonces las correteaba a todas, enojado, y les ladraba furiosamente. Cuando me lo contaron, lo cierto es que me dio bastante risa. Pero no me reía precisamente de la actitud de Mambo, sino porque pensé que ese mismo tipo de actitud también se manifiesta en los seres humanos, lamentablemente con demasiada frecuencia. De hecho, me acordé de que en más de una ocasión yo había «ladrado» y casi «mordido» a varias personas como rebote por una frustración anterior.
¿Has tenido que visitar alguna oficina pública para realizar algún trámite, o has estado en alguna tienda donde has recibido un trato poco cortés o incluso desconsiderado y grosero? Cuando a mí me sucede se me da por pensar que seguramente el jefe o superior de esos empleados los trata a ellos de la misma manera, y ellos se desquitan como pueden. O que tal vez son personas con problemas familiares.
Hay personas que si se sienten agredidas o criticadas tienden a desquitarse con quienes los rodean. Si eso nos llega a suceder a nosotras, evitemos descargar nuestras frustraciones en nuestros niños o en nuestro esposo. Tampoco reflejemos nuestras incomodidades con los compañeros de trabajo, con los clientes, con los alumnos, o con cualquiera que esté cerca de nosotras. Si mostramos la misma actitud agresiva y crítica que pensamos se utiliza en contra nuestra, podríamos ofender o herir a quienes no tienen ninguna culpa de nuestra situación.
Querida amiga, recordemos que los niños imitan a sus padres y que nuestras palabras y actitudes pueden contagiar a los demás. Que Dios nos ayude para que, en nuestro trato cotidiano con los demás, reflejemos el dulce espíritu de Cristo y su amoroso comportamiento.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lupita Susunaga

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