jueves, 6 de diciembre de 2012

EN LA PRESENCIA DEL REY


Todos los que el Padre me da, vienen a mí; y a los que vienen a mí, no los echaré fuera. Juan 8:37

Elena no había hecho nada que se pudiera considerar inmoral, pero no se creía digna de entrar en el cielo. ¿Qué podría hacer para tener la seguridad de que sus pecados habían sido perdonados? Entonces escuchó un sermón que cambió radicalmente su vida.
Ese día el predicador habló sobre la experiencia de la reina Ester y de la fe que necesitó ejercer para entrar a ver al rey Asuero sin que este la hubiera llamado.
—No esperen hasta ser buenos —dijo el predicador— para ir a Cristo. Vayan a él tal como estén. Al igual que Asuero extendió el cetro como señal de que Ester podía estar en su presencia, Dios te extenderá el cetro de su misericordia...
Esas palabras tocaron el corazón de Elena. De inmediato se arrodilló y oró: «¡Ayúdame, Jesús! No cesaré de implorarte hasta que oigas mi oración y reciba el perdón de mis pecados». Después que oró de esta manera, sintió que la paz de Dios inundó su corazón. En ese momento una señora se acercó a ella.
—Querida hija —le preguntó— ¿has encontrado a Jesús?
Elena ya iba a responderle cuando la señora se le adelantó.
—Ya sé que lo has hallado. Lo puedo ver en tu rostro (ver Notas biográficas de Elena G. de White, pp. 24-26).
Afuera había lluvia y el tiempo estaba nublado, pero en el corazón de Elena había luz. Ese fue el comienzo de una amistad que duraría toda la vida; la amistad entre Elena Harmon (más tarde llegaría a ser Elena G. de White) y su Salvador Jesús.
Si ahora mismo sientes que hay tinieblas en tu corazón, en el nombre de Jesús, tu mejor amigo, acércate al trono de la gracia. Allí está tu Padre celestial esperando por ti, anhelando rodearte con sus brazos de amor y otorgarte el perdón que tu corazón tanto anhela. No hagas caso al maligno si te insinúa que no mereces el perdón de Dios. Hay poder en la sangre de Cristo para perdonarte ahora mismo, si se lo pides.
Amado Jesús, vengo a ti apoyado en la promesa de que no me echarás fuera.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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