viernes, 14 de diciembre de 2012

LA «LISTA DE FAVORITOS» DE DIOS


En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. 1 Juan 4:10, NVI

No hace mucho leí el relato de una ancianita a quien en su iglesia todos querían mucho. Como siempre la veían sola, los miembros de la congregación pensaban que no tenía parientes. Por eso, cuando la viejecita murió, la gente se sorprendió al ver la cantidad de familiares que asistieron a su funeral. Entre esos parientes estaban sus nietos, a quienes se les permitió expresar qué les había gustado más de su abuela. Entonces ocurrió algo muy curioso: la ancianita había amado tanto a sus nietos que cada uno de ellos pensaba que había sido el favorito de ella (Vida Adventista, Semana de Oración 2010, p. 27).
Cuando leí ese relato no pude evitar pensar en la gente que se relacionó con Cristo mientras el Salvador caminó en esta tierra: Los leprosos, las prostitutas, los cobradores de impuestos, los endemoniados... Jesús los trató tan bien a todos que no me sorprendería saber que cada uno creía ser el favorito del Señor.
Y no es muy diferente hoy. Cuando pienso en el amor de Dios por mí, tan profundo y a la vez tan personal, me siento tentado a pensar que soy su favorito. Pero sé que no es así, porque tú también eres el favorito, o la favorita, de Dios. Él conoce todo sobre ti: tu nombre, los anhelos más profundos de tu corazón, tus sueños, tus necesidades. Él sabe qué problema tienes ahora mismo; conoce tus temores y tus dudas. Es una realidad que expresa de manera excepcional el siguiente pensamiento: «Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fuera la única por la cual el Salvador murió. Las penas de cada uno conmueven su corazón» (El Deseado de todas las gentes, p. 454).
¡Qué pensamiento tan solemne! Por ti, solo por ti, el Salvador habría venido a este mundo a sufrir todo cuanto sufrió, y finalmente morir en la cruz del Calvario.
No sé cómo están las cosas en tu vida ahora mismo, pero de algo estoy seguro: en «la lista de favoritos» de Dios está tu nombre. ¡Qué privilegio tan especial! ¡Qué dicha tan grande!
Gracias, señor, porque mi nombre está en el libro de la vida del Cordero. De verdad, gracias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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