martes, 8 de enero de 2013

LA ORACIÓN QUE PREVALECE


Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6.

Dios ha hecho de la oración nuestro deber. Las riquezas del universo le pertenecen. Él tiene a su disposición todos los tesoros temporales y espirituales y puede suplir toda necesidad de su abundante plenitud. Recibimos nuestro aliento de él; toda bendición temporal que disfrutamos es don suyo. Dependemos de él no solo para [recibir] las bendiciones temporales sino la gracia y la fuerza para guardarnos de caer bajo el poder de la tentación. Necesitamos diariamente el Pan de Vida para darnos fuerza espiritual y vigor, de la misma manera que necesitamos alimentos para sostener nuestra fuerza física y darnos músculos firmes. Estamos rodeados por debilidad y flaquezas, dudas y tentaciones; pero podemos allegarnos a Jesús en nuestra necesidad, y él no nos dejará ir vacíos. Debemos acostumbrarnos a buscar la dirección divina por medio de la oración; debemos aprender a confiar en Aquel de quien proviene nuestra ayuda...
Debemos tener un sentido profundo y ferviente de nuestras necesidades. Debemos sentir nuestra necesidad y dependencia de Dios, e ir a él con contrición de alma y corazón quebrantado. Nuestras peticiones deben ser ofrecidas en perfecta sumisión; cada deseo debe ser llevado a la armonía con la voluntad de Dios, y su voluntad debe cumplirse en nosotros...
Si caminamos en la luz como Cristo está en la luz, podemos venir al trono de la gracia con atrevimiento santo. Podemos presentar las promesas de Dios en fe viva e insistir con nuestras peticiones. Aunque somos débiles, falibles e indignos, "el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad" (Rom. 8:26)... Cuando hemos ofrecido nuestra petición una vez, no debemos abandonarla, sino decir, como hizo Jacob cuando luchó toda la noche con el ángel: "No te dejaré, si no me bendices" (Gen. 32:26); y como él, hemos de prevalecer...
Solo velando en oración y mediante el ejercicio de una fe viviente, el cristiano puede conservar su integridad en medio de las tentaciones que Satanás arroja sobre él... Hable constantemente a su corazón el lenguaje de la fe: "Jesús dijo que me recibiría, y yo creo en su palabra. Lo alabaré y glorificaré su nombre". Satanás estará cerca, a nuestro lado, para sugerirnos que no sintamos gozo alguno. Contestémosle: ...Todo me hace feliz porque soy un hijo de Dios. Confío en Jesús.— Signs of the Times, 15 de mayo de 1884; parcialmente en Recibiréis poder, p. 362.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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