sábado, 16 de febrero de 2013

ATRIBUTOS CELESTIALES


Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:17.

Cada momento de nuestro tiempo de prueba es precioso, porque es nuestro tiempo para la edificación del carácter. Debemos prestar diligente atención al cultivo de nuestra naturaleza espiritual. Debemos guardar nuestros corazones, guardar nuestros pensamientos, a menos que la impureza contamine el alma. Debemos intentar mantener cada facultad de la mente en la mejor condición posible, para que sirvamos a Dios hasta el alcance de nuestra habilidad...
Tenemos una obra que hacer en este mundo, y no debemos permitirnos llegar a ser egocéntricos, y así olvidar las exigencias de Dios y la humanidad para con nosotros. Si buscamos a Dios fervientemente, él nos impresionará por su Santo Espíritu. El sabe lo que necesitamos, porque él conoce todas nuestras debilidades, y él quisiera que obremos aparte del yo, para que lleguemos a ser amables en palabra y obra. Debemos cesar de pensar y hablar del yo, de hacer de nuestras necesidades y deseos el único objeto de nuestros pensamientos. Dios quiere que cultivemos los atributos del cielo...
Cuan pacientemente debiéramos soportar las faltas y los errores de nuestros hermanos, al recordar cuan grandes son nuestros propios fracasos a la vista de Dios. ¿Cómo podemos orar a nuestro Padre celestial, "perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores", si somos denunciadores, resentidos, exigentes en nuestro trato con los demás? Dios desea que seamos más bondadosos, más benignos y amables; menos criticadores y suspicaces. ¡Oh, si pudiéramos tener el espíritu de Cristo y saber cómo tratar a nuestros hermanos y vecinos!...
Hay muchos entre nosotros que profesan ser seguidores de Cristo y quienes buscan excusar sus propios defectos magnificando los errores de los demás. Debemos copiar el ejemplo de Jesús, porque cuando fue injuriado, él no injurió, sino que se encomendó a Aquel que juzga con justicia... Él era la Majestad del cielo, y en su pecho puro no había lugar para el espíritu de la venganza, sino únicamente para la compasión y el amor...
Quizá no recordemos algunos actos de bondad que hayamos hecho; quizá se borren de nuestra memoria. Pero la eternidad traerá en todo su esplendor cada acto realizado por la salvación de las almas, cada palabra hablada para animar a los hijos de Dios. Y estas cosas realizadas por amor de Cristo serán una parte de nuestro gozo a través de toda la eternidad.— Review and Herald, 24 de febrero de 1891; parcialmente en lugares celestiales, p. 230.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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