sábado, 16 de febrero de 2013

VIVIR EL VERANO EN INVIERNO


Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo. Eclesiastés 3:1.

Un sentimiento de derrota invade a muchas mujeres al llegar a la madurez. Piensan que los años vividos solamente las han hecho acumular achaques, arrugas y canas. Sin embargo, para los propósitos de Dios, hay muchos placeres aún reservados para ellas en esta etapa de la vida.
Amiga, hagamos nuestras las palabras del salmista: «He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. Prestan siempre con generosidad; sus hijos son una bendición» (Sal. 37:25-26).
Puede ser que las mujeres jóvenes estén preocupadas por alcanzar metas profesionales, la formación de una familia y la prosperidad material, pero cuando llegamos a la madurez, somos capaces de poner nuestras miras más allá de las fronteras terrenales; podemos vislumbrar el hogar eterno, y comenzamos a sentir nostalgia de él. Esto debiera producir un nuevo gozo y generar nuevas motivaciones.
La experiencia adquirida a través de los años nos pone en condición de guías, mentoras y orientadoras de las más jóvenes que viven situaciones que para nosotras no son extrañas. Los años vividos no solamente nos hacen acumular experiencia, sino que también nos proveen herramientas y armas eficaces que podemos compartir. La Palabra de Dios nos hace la siguiente exhortación: «Las ancianas [...] deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la Palabra de Dios» (Tito 2: 3-5).
Seamos para las generaciones de mujeres jóvenes modelos de belleza; la belleza interna también debe estar acompañada de belleza exterior. El atuendo del alma, así como el atuendo del cuerpo, debe ser digno de una mujer que, sin importar la edad que tenga, se reconoce como hija de Dios, con desafíos que enfrentar, proyectos que llevar adelante y que en todo momento muestra la alegría de disfrutar los años de vida que Dios, en su infinita misericordia, le ha dado.
Las que hemos pasado ya el verano de la vida hemos de aprender a descubrir y disfrutar las delicias del otoño, y a damos cuenta de que, si cumplimos la misión y no perdemos la visión, pronto viviremos una primavera eterna junto a nuestro Padre celestial.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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